*Capítulo 35*

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Al despertar, Malik ya no estaba conmigo. Sabía que no podía quedarse porque sería extraño que alguien lo viera salir de mi habitación, así que estaría abajo desayunando, en la playa o en su despacho.

Me cubrí la cara con las manos cuando me di cuenta que estaba sonriendo como tonta. Después de un rato finalmente me levanté para enfrentar el nuevo día que lucía más radiante que nunca.

Ullah tenía nuevas órdenes desde que Hamid y yo volvimos, de no entrar a mi habitación hasta que el príncipe se haya ido, pues Hamid se iba todos lo días a quién sabe qué lugar, pero lo hacía todas las mañanas y a veces regresaba bien tarde en la noche. Entonces me tocaba escoger a mí la ropa que usaría en el día, lo cual no era ningún problema, lo había hecho por varios años antes de mudarme al palacio. Lo importante era que ningún sirviente viera que él y yo no dormíamos juntos como pareja, así que Ullah debía pensar que queríamos tiempo a solas en nuestra habitación antes de que él se fuera.

Me metí a la ducha y mientras me enjabonaba escuché los pasos de alguien entrando a la habitación. Debía ser Ullah para tender la cama y quizá ayudarme con algo más. Lo cual también significaba que Hamid se había ido.

Luego de terminar mi ducha, me envolví en una toalla, y confiada de que encontraría a Ullah, caminé fuera del baño, pero al levantar la mirada a quien encontré no fue a Ullah, sino a Malik.

Estaba parado en medio de la habitación esperando a que saliera. Aún llevaba la ropa que suele usar para hacer motocross: un pantalón Thor, una vividi, una chaqueta de cuero y el casco que dejó caer al suelo cuando me vio salir. Se veía agitado, su mirada me recorrió de arriba abajo, y luego solo acortó la distancia entre los dos y tomó mi rostro para besarme.

De inmediato me sentí mareada por su boca, la fuerza posesiva con la que me tomada, y la sensación cálida de su cuerpo inclinado hacia el mío. Me encantaba todo de él. Pude percibir el aroma de la playa en su piel y el salado del mar en sus labios. Debió darse un chapuzón en el mar luego de hacer su deporte, como siempre lo hacía.

Sin pensar en nada más, sólo correspondí su beso rodeando su cuello, pero cuando la fricción de nuestros cuerpos desató el amarre de la toalla, me asusté y me aparté para agarrarla antes de que se cayera. Fue un movimiento por inercia y costumbre a no estar desnuda frente a nadie.

—Déjala—murmuró Malik.

—No—respondí con los ojos bien abiertos. Esa fue mi reacción inmediata antes de entender bien sus intenciones.

Malik deslizó lentamente sus manos por mis caderas y me atrajo más contra su pelvis, lo miré a los ojos y supe entonces lo que buscaba.

Pegó su frente sobre la mía y cariñosamente repitió:

—Déjala, sirena.

El corazón me latía con locura. Sus ojos estaban fijos en los míos y sus manos continuaron acariciando gentilmente mis caderas por encima de la toalla. Me di cuenta entonces, que estaba siendo un "punto medio". Estaba siendo considerado y paciente conmigo. Pero quería más y no sabía si estaba lista.

—Malik...

—Me detendré cuando tú me digas. Lo prometo.

Esas palabras me dieron la confiazna que necesitaba. Creía en él.

Asentí.

—Está bien.

Solté la toalla y ésta se deslizó por mi piel hasta tocar el suelo. Quedé desnuda frente a él y esta vez no había agua cubriéndome, pero estaba de acuerdo con que me viera. Quería que lo hiciera. No sabía que era algo que se podía desear, pero en realidad disfrutaba con la idea de que sus ojos vieran cada parte de mí, y así lo hizo. Apenas me apartó un poco para observarme, cuyos ojos me acariciaron con expresión elogiosa por todas partes y se detuvieron con placer transparente en mis lugares más privados. Aquello me hizo sentir nerviosa, pero a su vez me hizo sentir más sensual que nunca.

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