*Capítulo 36*

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Mientras acariciaba su nuca, él me miraba y yo le devolví la mirada sonriendo. Luego se retiró, se quitó el preservativo, le hizo un nudo y lo echó a un lado. Volvió a colocarse encima de mí y rodó arrastrándome para que quedara acurrucada contra su costado, con mi cabeza en su hombro y mi brazo apoyado en su cintura.

Por un momento, sólo estuvimos abrazados en silencio.

—¿Estás bien? —preguntó rompiendo el silencio.

—Sí.

—La primera vez puede ser una molestia para las mujeres.

—Estuvo bien. En serio. —parecía preocupado, tuve que darle seguridad. Malik apretó la mandíbula.

—Estuvo bien—repitió con una sonrisa amarga. Se sentó inclinándose sobre mí y dejó un beso en mi boca—. Me he acostado con muchas mujeres en mi vida, en serio, muchas. Y ninguna de ellas me ha dicho después "estuvo bien".

—¿Entonces no les gustó? —pregunté con seriedad, pero él me miró por un momento. Luego volvió a reír; el sonido fue agradable aunque no entendí el chiste.

—Ahora sí que debo mostrarte lo bueno que puede ser. Pusiste en juego mi orgullo, sirena.

—¿Ahora?

—Sólo dame unos minutos y estaré listo.

—Yo...yo creí que...podíamos conversar un poco, quizás.

—¿Punto medio?

Reí. Me hacía gracia que haya adoptado mis palabras y las haya convertido en una especie de frase que solo nosostros entendíamos su significado.

—Sí, punto medio.

—Deacuerdo—y se volvió a recostar a mi lado subiendo la sábana para cubrirnos del frío—. Y luego me dejarás redimirme.

—Bueno—le sonreí.

Alguien toca la puerta y me sobresalto. Giro la mirada pensando que alguien nos va a descubrir.

—Puse el seguro. No soy idiota—dijo Malik, adivinando lo que pasaba por mi cabeza.

Solté el aire que había contenido, aliviada de que hubiera pensado en ello. Luego lo miré estrechando los ojos.

—¿Qué? —preguntó.

—¿Planeaste esto?

Apenas me sonrió en respuesta porque la voz al otro lado de la puerta nos interrumpió.

—Princesa, ¿se encuentra bien?

Era Ullah. Debía extrañarle que no hubiera salido en todo el día de mi habitación.

Pensé un momento lo que diría y luego lo dije:

—Es mejor que no entres, Ullah. No me siento muy bien hoy y no quiero contagiar a nadie.

—¿Necesita algo? ¿Una pastilla? ¿Una sopa?

—Por ahora solo quiero descansar. Te llamaré si necesito algo más, gracias.

—Bueno, princesa.

Oímos sus pasos alejarse de la puerta por el pasillo.

Mi atención volvió a Malik. La puerta ventana estaba abierta y las cortinas se ondeaban por la brisa marina dejando en la habitación un suave y cálido aroma costeño; el sonido de las olas creciendo en la marea por la tarde y el de las gaviotas cruzando el cielo mientras cazaban sobre el mar, se oían a lo lejos.

—¿A Alid no le parecerá extraño no encontrarte en tu habitación? —pregunté.

—No—respondió desprecoupado—. Pensará que estoy conduciendo en la ciudad o que estoy trabajando.

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