*Capítulo 26*

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n/a: Hola!  adelanto este cap, espero tener el siguiente para el domingo.  Espero lo disfruten. 

***

Después de pedirle a mi hermano más detalles de esa tal deuda de sangre, tuve que regresar a la fiesta. Pero sólo mi cuerpo estaba ahí. Mi mente no dejaba de irse a todos los recuerdos que he tenido de mi familia y la percepción errónea que he tenido toda mi vida.

Siempre había creído que mi familia era distinta, que no se parecía en nada las otras familias aristocráticas.

Estaba equivocada.

Y mi padre no era el hombre que yo pensaba.

¿Qué significaba esto?

Mientras caminaba sin rumbo como zombie por la fiesta, e ignoraba los llamados de algunas damas, tomé una de las copas de vino que servía el mesero. La alcé hacia mi boca y lo bebí hasta el fondo, tosí un poco, pero me recuperé rápido. No era muy decoroso y, de hecho, unas chicas me quedaron viendo mal, pero el decoro era lo que menos me importaba ahora.

Tomé otra copa y me esforcé por conservar la calma.

Unas personas se me acercaron para saludarme y yo les sonreí interpretando mi papel. Empezaron a hablarme, y mientras lo hacían, me acabé la copa y tomé otra. Lo que decían no era importante, nada diferente a lo que había escuchado toda la noche sobre rumores de gente millonaria o quién sería el próximo en casarse. Cuando me preguntaron sobre Hamid, yo estaba distraída, completamente ida en mis pensamientos y buscando donde estaba el mesero con más alcohol.

—¿Entonces? ¿Qué nos puedes decir de él? ¿Cómo es estar casada con un Escarlata?

—¿Ah?

Miré a la mujer que me había hecho la pregunta.

—De maravilla—dije y sonreí, seguido de otro sorbo de mi copa. No estaba segura lo que me había preguntado, pero esa respuesta siempre me sacaba de apuros, es lo que las personas esperan escuchar.

—Vamos, estamos en confianza. Puedes darnos más detalles—insistió ella

—Me encantaría, pero creo que mi cuñado me llama—me excusé y antes de que me dijeran algo más, me retiré de ese grupo y encontré al mesero.

Tomé la botella entera esta vez y me escabullí entre las personas; cada que alguien me quería detener, yo le decía que mi cuñado me estaba esperando. Hasta que finalmente subí a una terraza amueblada donde pude estar sola. No sé por qué no lo hice desde el inicio, pero cuando cerré la puerta, respiré profundo, y solté las lágrimas que no sabía que estaba reteniendo, me di cuenta de lo mucho que lo necesitaba.

Tal vez pasó media hora o más mientras yo me acaba esa botella, sentada en el suelo de madera, con la falda de mi vestido desparramado hacia los lados, mis ojos hinchados de tanto llorar y la espalda contra sofá de patio en el que había decidido no sentarme porque en el suelo estaba más cerca de la chimenea de etanol y hacía mucho frío ahí arriba.

De pronto se abrió la puerta y Malik asomó. Antes de que dijera algo, yo lo señalé.

—¡No! ¡olvídalo! Puedes enojarte todo lo que quieras, pero no voy a regresar a esa fiesta—quise sonar firme, pero la mitad de mi discurso, mi voz se quebró—. No tengo ánimo para hablar con esa gente.

Cerró la puerta detrás de él y dio unos pasos que lo acercaron a mí, se guardó las manos en los bolsillos y sus ojos se movieron hacia la botella.

—Tranquilo. Nadie me vio tomarla—le dije. Para ese momento mis palabras salían con algo de dificultad y estaba en un limbo de amargura, tristeza y felicidad por los tragos.

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