*Capítulo 38*

554 59 8
                                    

N/A: Hola, hola...Les adelanto este capítulo corto. Espero mañana mismo poder subir la continuación. 

***

Tenía los ojos cerrados. Debían ser las 2 o 3 de la mañana. Tenía mucha pereza de levantarme al baño, pero mi vejiga estaba reclamando atención. Después de uno o dos minutos más, finalmente cedí.

Me desplacé al baño sin ver nada a mi alrededor por la oscuridad, únicamente guiada por las sombras para no chocar. Prendí la luz del baño cuando estuve dentro e hice lo que tenía que hacer. Al salir, apagué la luz y un sonido, como un gruñido, me asustó. ¿Qué era eso? ...quedé paralizada por un momento antes de atreverme a mirar el lugar de donde había venido ese sonido «Debió ser mi imaginación» estuve a punto de convencerme. Entonces lo oí nuevamente y cualquier duda de que no fuera real, se borró.

Miré hacia la dirección del gruñido y vi, entre sombras, una enorme acostada en el sofá de la habitación. Me relajé y solté el aire que había contenido cuando recordé que Hamid estaba aquí. Me había levantado con tanto sueño que lo había olvidado.

Iba a continuar a la cama cuando lo oí gruñir otra vez. Era un gruñido leve, pero incómodo; como de alguien adolorido. ¿Sería que estaba teniendo una pesadilla?... me acerqué a él un poco para observar mejor. Tenía los ojos cerrados con fuerza y su boca formaba una mueca, hacía un sonido jadeante al respirar, como si le costara hacerlo; se aferrada a la manta que había tomado del closet, como si hiciera mucho frío, pero al mismo tiempo tenía gotas de sudor en la frente.

Concluí lo obvio. Estaba enfermo.

«Debería volver a la cama» fue lo primero que pensé, luego di dos pasos, me detuve y regresé. «Él no haría nada por ti, sólo déjalo ahí y que se las arregle solo» fue lo segundo que pensé, asentí para mis adentros, giré y esta vez llegué al borde de mi cama. Me quedé quieta por un momento, luego resoplé y retomé mis pasos.

«Eres una tonta» me dije mientras bajaba mi mano hacia su frente.

Estaba ardiendo en fiebre.

Él apenas abrió los ojos un poco cuando sintió mis dedos.

—¿Qué haces, bastarda? ¿No puedes contener tus ganas de tocarme?

Ni en ese estado dejaba de ser cáustico.

—Tienes fiebre, idiota—le respondí, aunque con un tono suave para no aturdirlo.

—Maldición— relamió sus labios secos y cerró los ojos como si le pesaran demasiado como para tenerlos abiertos. —, creí que se bajaría al domir.

Entonces se giró con la mirada hacia arriba tratando de acomodarse de otro modo que estuviera más cómodo.

—¿Por qué preferiste dormir en el sofá? —le pregunté

Yo estaba arrodillada en el suelo para estar a su altura. Me miró de reojo por un momento, en silencio. Creo que pensó que me iría. Luego cerró los ojos de nuevo.

—Me cuesta dormir cuando estoy fuera de mi habitación—explicó sin abrir los ojos—, en especial si me siento así. Prefiero estar aquí.

Su respiración seguía inconstante y su cuerpo temblaba un poco por el escalofrío. Aún así, él parecía luchar por no verse débil o muy afectado por su estado.

Imagino que debió ser siempre así para los hermanos Escarlata, ocultando cualquier rastro de lo que ellos llaman "debilidad".

«Mi padre fue más duro con él que con cualquiera de nosotros»

Las palabras de Malik resonaron en mi cabeza.

—Deberías dormir en la cama. Yo puedo tomar el sofá por esta noche.

BASTARDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora