*Capítulo 54*

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*Isabella*

Malik saltó del auto y gritó mi nombre, pero yo no me detuve. Corrí a través de la multitud, doblando la esquina lo más rápido que pude. Buscando un refugio, me apresuré a entrar en una tienda de dulces. El corazón me latía tan fuerte que pensé que iba a explotar. "¡Demonios, no estaba preparada para esto!" Pensé mientras trataba de recuperar el aliento.

Mientras luchaba por controlar mi respiración, me obligué a recordar lo que pensaba hacer si lo volvía a encontrar. Malik había arriesgado todo por mí, incluso su propia libertad. Había perdido todo por mi culpa, y yo no quería que viviera el resto de su vida escondido. Me negaba a permitir que mi vida se reconstruyera mientras él languidecía en las sombras. Sabía que su padre estaba dispuesto a perdonarlo si se casaba con la princesa de Inglaterra. Si eso era lo que se necesitaba para que Malik volviera a ser feliz, entonces tenía que aceptarlo.

Pero cuando me encontré con sus ojos, todo lo que había planeado decir se fue al traste. ¿Por qué sentía tanto miedo al verlo? Me dije a mí misma que tenía que enfrentarlo, pero me sentía incapaz de moverme. Sabía que Malik estaba afuera, buscándome y no se daría por vencido fácilmente. Tenía que encontrar el valor para salir y hablar con él.

Me asomé por una de las vitrinas y lo vi. Mi corazón latió con más fuerza, aunque no me explicaba el por qué. Después de tanto tiempo sin verlo y de tener sus besos solo como un recuerdo lejano, llegué a creer que quizá no era amor lo que sentía por él, sino un capricho, una ilusión de nuevas experiencias, o la emoción de haber sido cautivada, por primera vez, por un hombre. ¿Por qué si no, Hamid también había logrado mover algo dentro de mí? No se puede amar a dos hombres a la vez... ¿O sí?

Sin duda estaba confundida, pero algo era claro: mientras más lo observaba, más nerviosa me ponía.

Aun no estaba segura de salir y enfrentarlo, sin embargo, me alegró al menos ver que no estaba más delgado o en mal estado. Estaba al otro lado de la calle preguntando por mí a las personas que pasaban, se veía sano y fuerte como siempre lo ha sido, con una ropa casual en vez de la ostentosidad de la corona, pero estaba bien.

Me sentí terrible al notar lo preocupado que estaba, su desesperación por volver a hallarme, y me quedé observando por más tiempo del que debí. Fue entonces que me vio.

Nuevamente intenté huir, pero esta vez no me dejó. Se movió muy rápido y agarró mi brazo para girarme hacia él. No pude evitar sentirme un poco cohibida por su mirada intensa que examinaba cada uno de mis rasgos, pero enseguida me di cuenta de que estaba profundamente aliviado al verme. Su mirada hablaba por sí sola: el dolor que había sentido todo el tiempo al creer que estaba muerta.

En ese momento, solo quise abrazarlo y decirle: "Sí, aquí estoy, soy yo y estoy bien". Me contuve, pero tampoco tuve la fuerza para alejarme. Apenas logré forcejear débilmente para que me soltara, pero su presencia me sobrepasaba. De pronto, su cercanía me hizo recordar cómo se sentía estar en sus brazos, y ese olor almizclado de su piel me saturó los sentidos. Como si fuera poco, levantó su mano a mi mejilla. Su contacto eléctrico me hizo estremecer y sentí que todo mi cuerpo se derretía en sus brazos mientras me observaba con la expresión más dulce que jamás le había visto.

Luego de eso, intenté alejarlo para que aquello no me afectara, pero él continuó insistiendo en tenerme cerca, diciendo cosas tan dulces como lo mucho que me había extrañado. Ni siquiera le importaba que hubiera huido de él, simplemente estaba feliz de verme bien. Y finalmente, y en contra de mis torpes esfuerzos por apartarlo, me besó.

Cuando sus labios encontraron los míos, el mundo desapareció. Solo quedamos él y yo en un abrazo apasionado. Era como si el tiempo se hubiera detenido y todo lo que existía fuera ese beso.

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