*Capítulo 12*

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Imagen de Portada: Príncipe Malik

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POV MALIK

— ¡Príncipe Malik! ¡Bienvenido! No lo... esperábamos.

El mayordomo me recibió en la puerta algo conmocionado por mi repentina llegada a la casa. El hombre era bastante formal en ese aspecto y estaba aparentemente avergonzado por no preparar una mejor bienvenida. Se disculpó conmigo, sin embargo, le expliqué que mi presencia ahí había sido una decisión de último minuto y no había nada de qué disculparse. Todo lo que tenía era una mochila en mi hombro y fue lo único que pedí que llevara a mi habitación.

—¿Su habitación, señor?

—Sí, Abil.

—¿Entonces va a quedarse?

—Por un tiempo. Hasta terminar con algunos trabajos que tengo acá. No creo que vaya a estorbarle mucho a los recién casados—en cuanto dije eso último Abil puso una expresión bien incómoda, como si estuviera pensando la forma de decirme algo— ¿Qué sucede? —pregunté

—Señor, es que...

—¿Qué? — insté

—Anoche el príncipe Hamid se fue. Y no ha regresado hasta ahora.

—¿Y la princesa Isabella?

—Encerrada en su habitación. La señora se niega a comer desde la mañana.

Mi hermano se fue y dejó a su recién esposa abandonada en la casa, ¿por qué eso no me sorprendía?...

—¿Sabes si pasó algo anoche para que Hamid se fuera? ¿Escuchaste algo?

—No, señor—profirieron sus labios, pero en su cara se leía otra cosa. Los sirvientes siempre saben más de lo que dicen. Entrecerré los ojos mirándolo fijamente y él se tensó un poco—Bueno...oímos gritos como si estuvieran discutiendo, luego el joven príncipe salió de su habitación hecho una furia y salió de la casa. Es todo lo que sé.

—Abil, asegúrate de que esto no se vuelva un chisme entre las sirvientas. No quiero a nadie hablando de este incidente. Y dile a la cocinera que prepare algo para la princesa Isabella. Hablaré con ella para que salga de esa habitación.

—Sí, señor. Aunque...la princesa a pedido reiteradamente que la dejen sola.

—Por favor, Abil—bufé con ironía y media sonrisa—¿Alguna vez has visto que una chica me negara algo?

—No, señor—respondió con una sonrisa de complicidad, pero luego inclinó un poco la cabeza y añadió—, pero tampoco había visto jamás que botaran al príncipe Hamid de su habitación. Yo de usted, no subestimaría a esta dama.

—Ya lo veremos—desafié, y di media vuelta para dirigirme a las escaleras.

Cualquiera diría que los malos hábitos se iban después de casarse y adquirir más responsabilidades, pero era obvio que ese no sería el caso de mi hermano. Él era tan adicto a las apuestas y a la bebida que podía desparecer por días en un casino malgastando el dinero de la corona. No por nada mi padre me había pedido que fuera a supervisar que todo estuviera bien con el matrimonio entre Hamid e Isabella, ya que era de vital importancia para el reino que esa unión se mantuviera en buenos términos, o al menos hasta que se consiguiera el objetivo. Y quién mejor para hacer que este trabajo que yo, quien desde los diecisiete años he formado parte de los agentes secretos de la corona. En comparación con otras misiones que he tenido, éste sería como unas vacaciones en el caribe.

Aunque no pude evitar sentirme irritado de saber que tendría que actuar como la niñera de estos dos, teniendo cosas más importantes que hacer, pero como siempre, yo era el único en quien mi padre confiaba. Lo más seguro es que de no ser porque era el heredero del reino de Pakestania, me hubiera pedido a mí mismo que me casara con la princesa Isabella y no mi hermano, pero por obvias razones, no podía permitir que algo así pasara; casarme con ella hubiera vuelto a Pakestania y a Isabil más que aliados, al ser ambos los primogénitos de cada casa, convertiría a los dos reinos en uno solo; y mi padre no quería unir el reino con Isabil, quería poseerlo.

BASTARDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora