*Capítulo 40*

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Había besado a Hamid. Una desesperada idea para convencerlo de que no tomara. De otro modo, iba a tener a un Hamid ebrio en la habitación que nos asignaran esta noche en el palacio y ya había comprobado suficientes veces cómo era el Hamid ebrio. No quería pasar por eso de nuevo.

Gritar o discutir con él no serviría, y lo único que se me ocurrió fue usar mi mejor arma contra los hombres, a mi favor, que es la seducción. No soy ciega. Había notado cómo me miraba, aunque se niegue a admitirlo. No dudaba que me odie, pero sabía que le gustaba lo que veía. Así que lo hice. Lo besé y fue un enorme error. Me di cuenta de ello cuando vi a Malik al otro lado del salón.

Su expresión me partió el corazón, y me hizo desear arrodillarme para que me perdonara. Aunque ¿por que tendría que hacerlo? Él estaba con su prometida ¿no?... y le había sonreído, le había tomado la mano, y la había besado desde que se encontró con ella, y me había ignorado desde que llegamos aquí sin si quiera presentarme a sus hermanos como me lo había prometido. Me había dejado sola con Hamid y en ningún momento en toda la noche se había acercado a mí apara saber cómo estaba. Mientras más pensaba en ello, más furiosa me sentía. Por más arrepentimiento que sintiera, en el fondo sabía, que quería delvolverle el daño que me hacía cuando estaba con otra. Por eso un lado de mí se alegró de que lo viera y levanté la barbilla sin temor. Eso le molestó más. Aunque por lo menos ahora me prestaba atención.

Me moví entre los invitados hacia la mesa de dulces y pude sentir su mirada siguiéndome, clavada en mí.

Sabía que vendría. Que estaba molesto por ese beso y querría una explicación. Y mientras tomaba unos dulces en un plato para parecer relajada, pensaba en lo que le diría.

Podría decirle la verdad, que trataba de seducir a Hamid para convencerlo de no tomar, o podría aprovechar este momento para hacer que admita que me quería. Había pensado en ello antes y no hay forma alguna de que esa manera de tocarme, besarme, o de mirarme, fuera igual que con otras. Malik me quería como yo a él. Nada más necesitaba un pequeño empujón para darse cuenta.

«Lo haré. Escogeré la segunda opción»

Ya no podía conformarme con ser su amante y definitivamente no soportaba verlo con Anai, ni la idea de que se casaría con ella.

Era el momento de darle una lección.

Luego de terminar de servirme, le eché una mirada para saber si seguía mirándome. Y lo hacía. Me volví con una sonrisa en la cara porque estaba consiguiendo lo que quería.

Mi siguiente paso fue alejarme un poco de los invitados. Si Malik iba seguirme, no lo haría hasta verme sola. Necesitábamos un espacio seguro para hablar y no podía esperar hasta que la fiesta acabase. Salí del salón. Me dirigí al jardín levemente iluminado por luces de piso y encontré unas cuántas parejas caminado por ahí, muy sumidas en su coqueteo como para tomarme en cuenta. No me fui muy lejos, sólo lo suficiente para que la música de la fiesta se convirtiera en un sonido ambiental. Llegué a una pérgola cubierta de vegetación y el dejé el plato con los dulces sobre una maceta.

Poco tiempo después, apareció Malik.

Nos miramos en silencio. Su expresión era tensa pese a querer aparentar una postura relajada, pero no iba a creer en su indiferencia porque de otro modo no estaría aquí.

Esperé a que fuera el primero en hablar.

—Noté que tu miedo a mi hermano se resolvió.

Aunque las palabras fueron dichas con indiferente ligereza, su tono arrastraba cierta irritación.

—Él ya se disculpó por lo que hizo—respondí

Sus ojos estaban clavados en los míos como si quisiera intimidarme, pero yo no bajé la mirada. Alzaba la barbilla dispuesta a retarlo, dispuesta a hacerlo reconocer que no quería verme con nadie más que no fuera él. Deseaba escuchar eso. Tal vez estaba siendo un poco tóxica, pero mi situación con él ya era tóxica de por sí.

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