*Capítulo 24*

770 67 9
                                    

Malik y yo nos dirigimos a la pista de baile. La pista estaba llena de parejas, pero encontramos un espacio, después de todo, era una sala enorme, con un techo de vidrio que dejaba las estrellas al descubierto con sólo alzar la mirada.

Al llegar a la pista, Malik me enlazó por la cintura y tomó mi mano, acercándome a él.

—Que quede claro, el que haya aceptado no significa que te haya perdonado por haberme traído a esta fiesta—dije.

Él sonrió.

—Hasta ahora, tú eres la única que me afronta de esa manera a pesar de que tienes todas las de perder. No sé por qué si quiera lo intestas. Para la próxima solo ríndete, será más fácil para ti. Es más, mantengo mi promesa de que, si me confiesas los planes que tienes aquí o lo que realmente le pasó a Fernand, te protegeré de cualquier consecuencia.

—No tengo nada que ocultar—repliqué entre dientes mientras comenzábamos a deslizarnos por la pista.

—Ya lo veremos.

No obstante, le miré sonriendo, y bailé y gocé bailando. Malik me sujetaba con firmeza; la mano que sostenía la mía era cálida; el hombro donde apoyaba mi otra mano era amplio, cómodo y fuerte. La manera en que se movía y me hacía danzar por la pista con maestría, estaba llena seguridad. Pasamos de una canción a otra sin contar el tiempo.

—Qué curioso que hayas sido tan obstinada en venir a la fiesta y ahora...—comentó Malik conduciéndome con destreza por la pista—, te estás divirtiendo, ¿no es así? Se nota en tu rostro.

—Eres despreciable—contesté. Pero lo dije rin rencor, y cuando lo miré a los ojos estuve segura que éstos desmintieron mis palabras.

—Y tú eres muy dulce cuando estás enojada.

Inevitablemente bajé la mirada.

—Te sigues ruborizando con mucha facilidad—dijo riendo—, ¿eso es común en ti?

Quisiera que no fuera así. En general ejercía un buen dominio sobre mí misma cuando hablaba con hombres, pero ellos eran tímidos, muchachos de mi edad o demasiado estirados. Malik siempre sobrepasaba los límites de mi experiencia.

—Cállate—proferí con menos fuerza de la hubiera querido.

Entonces me dio una vuelta y volvió a acercarme a él.

—¿No vas a aceptar que te gustó que te obligara a salir de esa habitación?

—No.

—Mentirosa.

Fue todo lo que me dijo, pero me sonrió lentamente mirándome. Había un gesto de arrogancia en esa sonrisa. Con eso comprobé que él sabía perfectamente lo que me causaba. Era humillante de cierto modo, pero también un excitante hormigueo me recorría el cuerpo.

Lo cierto era que la proximidad del cuerpo de Malik enardeció mis sentidos. Me percaté de ciertos detalles que hubiera preferido no notar. Me veía obligada a soportar su brazo en mi cintura, obligada a tolerar la sensación de su mano cálida y fuerte apretando la mía, obligada a no reaccionar ante la sensación de sus muslos rozando los míos, y todo con una amable sonrisa para beneficio de los curiosos espectadores. A veces la mano en mi cintura se deslizaba hacia mi espalda descubierta que junto con el sonido melódico convertían la acción en algo perturbadoramente íntimo. Mis ojos se encontraban a la altura de su mandíbula, y no podía dejar de advertir la corta pero masculina barba que la ensombrecía. Su boca...traté de no mirar su boca. Pero tenía que mirar al frente, era eso, sus ojos, o la escena en movimiento sobre su hombro. La escena en movimiento sobre su hombro me producía vértigo, y sus ojos...no me agradaba mirárselos. También me producía vértigo, aunque de una forma un poco diferente. Por eso miré su boca y deseé no haberlo hecho.

BASTARDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora