*Capítulo 62*

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*Malik*

Regresaba hacia la entrada principal después de varios minutos sin encontrar a nadie en el camino que había tomado, cuando escuché a mi padre gritar: "¡Camina, inútil! ¡Dime por dónde se fue!" Me detuve y puse todos mis sentidos en alerta. Me acerqué cautelosamente y vislumbré las piernas de Makari subiendo las escaleras hacia la salida. Mi padre debía estar con él, pero ¿a quién le gritaban?

Subí tras ellos con mi arma en mano y asomé la cabeza a la superficie. Los hombres que habíamos derribado con el coronel ya no estaban, debieron haber despertado e irse.

Vi las espaldas de Makari y mi padre y fue entonces cuando distinguí la de mi hermano Hamid. Lo habían atrapado. Makari lo apuntaba en la nuca para forzarlo a caminar, y mi padre estaba histérico, exigiéndole la ubicación de Isabella. Esto significaba que ella estaba a salvo y probablemente Adam ya la había encontrado. O eso esperaba.

—¡Si me dices una vez más que no la has visto, voy a volarte la cabeza! — amenazó mi padre una vez más. Makari le quitó el seguro a su arma, preparándose para disparar.

—Estaba solo—bramó Hamid en respuesta.

—¡Mientes! El guardia idiota que te dejó escapar dijo que estabas con una chica. Así que dime dónde está. Esta será tu última oportunidad.

—No voy a decirte ni una mierda—Hamid estaba decidido.

El rostro de mi padre se ensombreció en una mueca demoníaca. Más que furioso, estaba al borde del colapso mental.

—Makari, ya sabes qué hacer—, le ordenó.

—¡No! — salí de mi escondite y apunté hacia Makari. —¡Déjalo!

Los tres dirigieron su atención hacia mí.

—Tú... traidor... — gruñó mi padre al verme.

—Esto se acabó, padre. Lo que has hecho no tiene perdón. Estás perdido. Matar a uno de tus hijos no te ayudará en nada.

—Te equivocas. Puede que haya perdido todo, pero me sentiré mucho mejor arrastrando conmigo a todos los que me traicionaron. Y eso te incluye a ti, mi amado primogénito". Una sonrisa desquiciada y siniestra acompañó estas palabras. Finalmente, se mostraba tal como era: un psicópata manipulador. Era inquietante pensar que alguna vez llegué a admirarlo.

—Si lo hieres, no tendrás ni pizca de compasión por ti. Así que dile a Makari que baje el arma.

—A menos que estés muerto— rápidamente mi padre desenfundó una pistola que escondía en la cintura, y automáticamente yo apunté la mía hacia él también.

Makari apuntaba a Hamid, mi padre me apuntaba a mí, y yo lo apuntaba a él. Debía tomar una decisión rápida: si le disparaba a mi padre, Makari podía dispararle a Hamid, y si le disparaba a Makari, mi padre podía dispararme a mí. Uno de nosotros podría resultar gravemente herido, si no muerto.

Mantener la calma, o al menos intentar que mi padre me escuchara, era mi mejor oportunidad. Debía ofrecerle algo verdaderamente tentador.

—Esto no tiene por qué llegar tan lejos. Somos tus hijos, después de todo.

—Son traidores—masculló—. Dime la verdad, ¿Por qué te pusiste de su lado? ¿Fue por esa bastarda?

—Tengo mis propios principios.

—¿Tus principios te dijeron que apoyaras al asesino de tu primo?

—Tienes que parar con ese cuento. Ya sé la verdad. Tú lo asesinaste.

—¿Eso fue lo que Adam te dijo para convencerte de unirte a él?

—¿Tratas de convencerme de que no lo asesinaste cuando estabas a poco de asesinar a tu propio hijo y me apuntas con un arma? Creo que perdiste toda credibilidad conmigo—ante mi respuesta, mi padre solo pudo sonreír con ironía sin más con lo cual defenderse —. Tal vez podemos resolver esto de una manera menos letal.

BASTARDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora