*Capítulo 63*

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*Malik*

Desde la ventana del cuarto piso del Hospital, los periodistas se veían como hormigas apiñadas en las puertas del edificio, ansiosos por obtener cualquier información sobre mí. Llevaban tres días siguiéndome a todas partes, y me resultaba imposible moverme sin sentir que me estaban encima. A pesar de la molestia, tenía asuntos importantes que atender desde que mi padre fue arrestado a la espera de su juicio ante el tribunal internacional. Había reuniones cruciales con el consejo de nobles del reino para discutir el futuro de nuestra nación, anuncios públicos para abordar las preocupaciones del pueblo y conversaciones con los líderes de las naciones afectadas por la pandemia provocada por mi padre. Mi objetivo era calmarlos y convencerlos de evitar represalias graves contra Pakestania, así como mitigar cualquier conflicto o ruptura de alianzas. Sin embargo, sabía perfectamente a lo que me enfrentaba al revelar los oscuros secretos de mi padre y las consecuencias que ello acarrearía para Pakestania. Estaba preparado para asumirlo. A pesar de eso, a veces resultaba agotador que no me dejaran en paz ni por un segundo.

—Maldita sea, sigo vivo —escuché detrás de mí.

Cerré la cortina de la ventana y me volví hacia Hamid, quien yacía en una camilla del hospital; cuando llegué, él estaba durmiendo.

—Pero me dijeron que recuperaste la conciencia el mismo día en que te quitaron la bala, ¿no fue así? —pregunté, desconcertado. Si no era así, tendría que tener una conversación seria con quien me proporcionó esa información incorrecta.

—Sí, llevo dos días despierto, desafortunadamente —respondió con despreocupación mientras cruzaba los brazos detrás de su cabeza, como si no le importara que su vida hubiera estado en peligro—. Pensé que, al cerrar los ojos, las cosas cambiarían, pero aquí sigo.

Le dirigí una mirada reprobatoria, pero opté por no decir nada. Aún me costaba un poco acostumbrarme a su tono sarcástico o bromista en momentos serios como este, pero no era el momento adecuado para discutirlo.

—¿Y por qué viniste? —preguntó.

—Vine a ver cómo estabas.

—Podrías haber preguntado a tus informantes, ¿no?

—Eres mi hermano, Hamid, y estuviste a punto de perder la vida. No voy a depender de otros para saber cómo estás si puedo venir personalmente. Si no lo hice antes, fue porque había mucho que resolver después de las revelaciones sobre nuestro padre, pero ya lo tengo bajo control.

—Suena como si realmente te importara.

—¿Puedes parar con eso, Hamid?

—¿Con qué?

—Con esa actitud.

Mi tono advertía lo serio que me pondría si continuaba así y él pareció entenderlo. No rebatió más. Solo me observó por unos segundos, suspiró, bajó los brazos y tomó asiento en la misma camilla mientras miraba sus manos sobre la colcha blanca.

—Vi en las noticias sobre la audiencia que habrá en unos días para el proceso legal de nuestro padre—dijo, cambiando el tema—, ¿sabes qué harán con él?

Me quedé observando las cortinas de la habitación antes de responder.

—No puedo saber la decisión final del juicio, pero hay suficientes pruebas como para condenarlo en prisión de por vida. Por otro lado, el consejo de nobles ha decidido destituirlo de su cargo real.

—Eso significa que no hay un gobernante—concluyó.

—El consejo quiere que yo tome el puesto—le confesé, pese que aún no era oficial. El consejo quería esperar a que las cosas se calmen un poco antes de anunciarlo, pero era un hecho.

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