*Capítulo 45*

742 71 19
                                        

*Malik*

Terminé de ayudar a Isabella a salir por la ventana. Hice que se colgara de mi cuello, apoyé mi pecho en el alféizar de la ventana y sostuve su cintura hasta que tocara el tejado con sus pies y fuera seguro soltarla, "Ve despacio" le dije, ella me miró con esos ojos grandes y dulces, y asintió. Luego la seguí con la mirada mientras caminaba cuidadosamente por el borde hasta topar con la tubería de aguas-lluvias de la que se apoyaría para seguir bajando.

Retrocedí y cerré la ventana con seguro.

Por debajo de la puerta vi la sombra de alguien asechando, moviéndose lentamente y en silencio antes de intentar abrir la puerta.

«Esos malditos querían encontrarnos dormidos»

Yo fui directamente a tomar mi arma que estaba sobre el velador y sigilosamente deslicé con el pie el arma que le había dado a Isabella (y que aún estaba en el suelo), debajo de la cama. No me preocupé de que la tomaran ya que de todos modos no estaba cargada. Nunca le habría dado un arma cargada a Isabella, simplemente se la di para que dejara de insistir en aquel momento y puesto que nunca había tenido una pistola en sus manos, estuve seguro que no notaría la diferencia. La moví debajo de la cama porque no quería que nada me estorbara cuando me tocara enfrentar a la persona que abriría la puerta.

Con la luz de la habitación apagada, me moví en la oscuridad hasta arrimar mi espalda contra la pared junto al marco de la puerta. La persona en el pasillo giró lentamente la perilla mientras mis manos apretaban firmemente el mango de la pistola y mi cuerpo se tensaba alistándose para hacer lo que fuera necesario.

Cuando la puerta se abrió unos centímetros y la primera cabeza asomó, mi arma apuntó a la sien del hombre.

—No te muevas—le advertí.

El agente, que era de hecho un chico (principiante al parecer), me obedeció y alzó las manos en señal de rendición. Tomé el arma que tenía en sus manos, presioné el retén logrando que las municiones cayeran al suelo y rápidamente jalé la corredera para que el cartucho restante saltara fuera. Finalmente tiré la pistola lejos del su alcance.

—Eres un imbécil—dijo una voz detrás del joven.

De inmediato agarré al chico del cuello de la camisa en su nuca, y lo arrastré conmigo adentro de la habitación, lo giré y lo pegué contra mi cuerpo con una llave alrededor de su cuello y el arma todavía apuntando a su sien. Era mi rehén.

Makari me observó desde el marco de la puerta sin preocupación alguna por el chico.

—Anda, dispárale. Es un inútil de todos modos—dijo Makari.

—No, por favor mi príncipe, no me mate—suplicó el chico.

—Tú cierra la boca—le ordené empujando el cañón en su cabeza.

El chico tenía tanto miedo que casi se orina en los pantalones cuando hice eso

—Sí, sí, sí. Haré lo que me pida. Lo juro—Lloriqueó. Mientras que Makari arqueaba los ojos por la incompetencia de su compañero.

Entonces me fijé en que además de él y Makari, no había nadie más. Me pareció extraño porque podría estar seguro que mi padre enviaría a más de dos agentes a buscarnos.

Los ojos de Makari se movieron por la habitación buscando a Isabella. Al no encontrarla, volvió a mí.

—¿Dónde está ella, Malik?

—Muy lejos de aquí.

—Pero seguramente sabes hacia dónde se dirige, ¿no es así?

—Le dispararé a menos que me entregues tu arma—en vez de seguir su conversación, traté de tomar el control.

BASTARDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora