Me di cuenta que Malik no era igual que Hamid. Pero aún no sabía si eso era bueno, o peor. En cuanto tuve la oportunidad, de inmediato concilié la posibilidad de ponerlo de mi lado a cambio de algo que a él buscara: mi obediencia. «Si supiera que mis padres han luchado por años en obtenerla...» decirle eso solo era una medida desesperada para sacarme a Hamid de encima, y solo el tiempo me diría si fue una buena decisión. Sin embargo, tomando en cuenta mis debilidades y fortalezas, ésta era mi mejor salida...por ahora. Si quería sobrevivir en este lugar tan apartado de mis conocidos, debía ser lista y estratégica.
Los días siguientes a nuestro trato se sintieron como una eternidad. No podía salir de mi habitación; no hasta que el morado de mi quijada se difuminara por completo.
En esa habitación no había mucho que hacer, aunque el paisaje hacia la piscina y el risco que daba a la playa no estaba nada mal. A diario veía como el sol se ocultaba y pintaba el cielo de tonos naranjas, una vista que habría disfrutado más de no sentirme como una prisionera en vez de la esposa de un príncipe.
Una de las sirvientes me dejaba comida afuera sobre un pequeño mesón, tocaba dos veces y se iba, señal para que yo saliera y tomara mi plato. La indicación había sido dada por Malik con la excusa de que estaba muy enferma y podía ser contagioso. Mientras tanto, él se paseaba por toda la casa a su antojo. En ocasiones lo veía desde mi balcón arrimado en el barandal del risco fumando un cigarrillo, él levantaba la mirada como sintiendo el peso de la mía y yo le sonreía y lo saludaba tratando de parecer amigable, pero él debía notar mi falsedad porque no me seguía el juego. Su mirada era intensa; sus ojos feroces y desconfiados, a la vez que retadores. Recordé sus palabras: "Dame una razón. Sólo una razón para dudar de ti. O de tus intenciones en este lugar. Y te juro que te haré pagar" ... y esas palabras parecían estar escritas en su mirada cada vez que se encontraba con la mía. ¿Por qué me tenía tanto odio? ¿Sólo es porque soy una Grey?
Por otro lado, mi querido-no querido- esposo, aún no aparecía, y ya habían pasado cinco días desde que se fue. En lo que a mí respecta, era mucho mejor así. A dónde fuese que se hubiera ido, esperaba que siguiera divirtiéndose y se quedara por varios meses más.
Al cabo de unos días más, me harté del encierro. La vista desde el balcón y los juegos de mi celular ya no eran suficientes. Salí de la habitación saludando a todos con un "buenos días" bastante amable para ver si así me ganaba la confianza de algunos sirvientes, aunque la mayoría no supo qué responder, no sabía si era porque no estaban a acostumbrados a que los saluden o era porque no entendían lo que les decía.
—Princesa Isabella—dijo la señora Ullah—, veo que ya se siente mejor. ¿Esta vez desayunará en la mesa?
—Sí, por favor—le respondí, y fui hacia la mesa donde me encontré con Malik.
Su mirada me comunicó inmediatamente lo que estaba pensando: ¿qué diablos hacía fuera de mi habitación? Se levantó y se acercó a mí, lo bastante cerca para ver si aún tenía alguna señal del golpe que Hamid me había dado. Me quedé quieta y en silencio dejando que él me analizara, aunque se sintió extraño que me observara con tanto detenimiento. Sus ojos estaban sobre la herida en la comisura de mis labios, una muy pequeña que había podido cubrir fácilmente con maquillaje y que nadie había notado.
—Se ve mucho mejor—susurró.
Mis ojos se movieron sobre él, un hombre alto y con hombros anchos que inevitablemente me ponía nerviosa cuando se acercaba de esa forma. Si Hamid, con menos complexión, había podido controlarme con facilidad y hacerme lo que me hizo, no quería ni imaginar de lo que Malik era capaz de hacerme si lo enojaba.
Algo de ese nerviosismo se reflejó cuando me mordí levemente el labio inferior. Eso hizo que él se centrara en mis labios haciendo que su boca se cirniera un poco más sobre la mía, casi rozando mi aliento. Entonces supe que ya no era mi herida lo que le importaba. Había visto esa misma mirada en muchos hombres antes como para saber identificarla: ese deseo que despierto en los hombres. Me asusté que él fuera a querer hacerme lo mismo que su hermano y lo empujé con mis manos en su pecho.
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BASTARDA
Storie d'amoreIsabella es una mujer rebelde y más lista de lo que los hombres creen bajo esa fachada de princesa encantadora. Los hombres son aburridos para ella y está segura que está mejor sola, pero las vueltas del destino la obligan a enfrentarse a una decisi...