Hamid sí llegó esa tarde, pero no lo vi de inmediato. Yo estaba en una de las salas probándome los vestidos que la modista había traído para mí: atuendos salwar y vestidos de colores vivos como morados, rojos y turquesas, generalmente con bordados dorados que formaban hojas, flores u otras figuras más creativas. Estaba sorprendida por lo suave y bellas que eran las telas y también por lo bien que se veían al contraste de mi piel. Si algo debo admitir, es que para la ropa y las joyas nunca fui humilde. Mi madre siempre decía que eso no lo había sacado de ella.
Fue entonces, cuando me estaban tomando las últimas medidas, que la modista y yo escuchamos los gritos. Ambas miramos hacia la puerta y rápidamente reconocí la voz de mi esposo. Malik y él estaban discutiendo.
Una corriente de nervios e incomodidad recorrió todo mi cuerpo. Tenía la esperanza de que Hamid despareciera por más tiempo. No quería verlo. Al menos esperaba que Malik pudiera cumplir con su parte del trato.
Luego no hubo más gritos, pero aún debía saber lo que estaban diciendo.
—¿Hablas español? —le pregunté a la modista. Era una chica joven, casi de mi edad, y estaba tomando la medida de mis caderas.
—Un poco, princesa—respondió tímidamente.
—Si nos acercamos, ¿Crees que puedas traducirme lo que están diciendo?
—Ah, yo...eh...—tartamudeó nerviosa
—Por favor. Si lo haces voy a compensarte. Hablaré muy bien de tu trabajo con otras princesas.
Pude notar en una mueca su incomodidad entre negarse a hacer lo que le pide una princesa o hacer algo que obviamente iba contra su ética profesional.
—Y te pagaré extra—agregué con una sonrisa.
Eso finalmente la puso a pensar.
Unos minutos después, ambas estábamos en el pasillo, afuera de donde Hamid y Malik se habían reunido. Las dos teníamos la oreja pegada a la puerta.
—¿Qué dicen? —le pregunté. Yo solo podía oír el tono en el que hablaban, pero no entendía una sola palabra.
—No alcanzo a oír todo, pero entiendo que uno dice que tiene que pensar bien las cosas antes de actuar, que se trata de la princesa de Isabil, no una de sus... —apretó los labios avergonzada, pero su mirada me aclaró que se trataba de una mala palabra que ella no está acostumbrada a usar.
—Continúa—dije.
—Él otro le responde que eso no es de su incumbencia y que él podía hacer con su esposa lo que le diera la gana.
«Ese idiota...»
—Ahora el primero le está diciendo que está poniendo en juego la alianza. ¿Sabes lo que te haría Adam si se entera lo que le hiciste a su hija? Le preguntó ¿Y lo que te hará mi padre cuando se entere que arruinaste todos sus planes?
Hamid quedó en silencio.
La modista me miró asustada. Creo que piensa que se está enterando de cosas muy íntimas sobre sus príncipes que no debería estar oyendo.
—Princesa, no puedo seguir con esto, lo siento.
—No, espera. Todavía necesito que...—pero ella se alejó de mí tan pronto como pudo.
Maldije el momento en que decidí aprender otros idiomas que no fueran urdu. Mi padre me hizo escoger desde pequeña los que quería aprender y él mismo se dedicó a enseñarme, luego cuando crecí y fuimos al palacio, contrató profesores para que continuaran instruyéndome. Es muy común que los príncipes y princesas sepan hablar más de un idioma, pero el urdu jamás pasó por mente.
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BASTARDA
RomanceIsabella es una mujer rebelde y más lista de lo que los hombres creen bajo esa fachada de princesa encantadora. Los hombres son aburridos para ella y está segura que está mejor sola, pero las vueltas del destino la obligan a enfrentarse a una decisi...