*Capítulo 19*

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Antes de bajar a la playa fui a cambiarme de ropa, me coloqué un pantalón pescador, una blusa blanca y un abrigo celeste largo hasta los muslos; en los pies, unos tenis blancos de planta alta. Me miré al espejo y llevé mis manos al cuello para sacar mi cabello que había quedado atrapado debajo del abrigo, y lo acomodé hacia adelante; me aseguré de peinarlo bien y que las ondas fueran vistosas. También retoqué mis labios con el labial rojo y ricé bien mis pestañas.

Un momento, ¿qué estaba haciendo?

Me detuve con el rizador en la mano.

¿No quería impresionar a Malik? ¿o sí?... no, por supuesto que no. Me respondí.

Soy una mujer que le gusta cuidarse y verse bien. Esto no tiene nada que ver con él.

Continué rizándome las pestañas. Y un poco de perfume, ¿por qué no? También me gusta oler bien. Era una cuestión de higiene y aseo personal.

En cuanto acabé bajé a la playa donde él estaba esperándome.

Estaba acostado en la arena, las manos cómodamente entrelazadas detrás de la cabeza. Su pelo negro caía hacia atrás dejando al descubierto su amplia frente, y con los ojos cerrados. Cuando lo vi así, con una expresión completamente relajada, me pregunté ¿Cómo pude decirle "viejo" antes? Aunque lo dije para molestarlo por llamarme "chiquilla", él no se veía nada como un viejo; al contrario, irradiaba tanta vitalidad en ese rostro de facciones duras y bellamente definidas que tuve que apreciarlo unos segundos antes de hablar, mientras me acercaba y creaba sombra en su rostro.

—Estoy lista—dije finalmente.

Por sus labios que se abrieron levemente para soltar un suspiro supe que me había escuchado, pero no dijo nada. Al parecer había interrumpido su siesta. Pero más le valía que se levantara porque estaba emocionada de aprender a conducir una moto.

—Dije que est...

—Ya te oí, sirena—me reprendió con suavidad antes de abrir los ojos directo hacia mí.

«Dios, esos ojos...» La luz del sol hacía maravillas con el color escarlata del iris en sus ojos.

Se incorporó lentamente frente a mí y cuando terminó de levantar el rostro vi la poca arena que había quedado en su barba de una semana.

Impulsivamente estiré mi mano hacia su quijada: —Tienes algo de arena...—para cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, mi mano ya estaba posada en su quijada y mi pulgar limpiando delicadamente la zona.

Sin moverse, sus ojos se movieron hacia mi mano y luego hacia a mí.

—Lo siento—recogí mi mano de inmediato.

Nuevamente tuve esa sensación extraña cuando él se quedó mirándome y sonrió de lado como divertido por algo.

De pronto, un montón de preguntas tontas vinieron a mi cabeza ¿me había arreglado demasiado? ¿el labial rojo fue exagerado? ¿notaría lo nerviosa que estoy?... De cualquier forma, Malik no pareció tomar en cuenta ninguno de esos detalles porque despreocupadamente giró y tomó la moto.

—Empecemos con lo básico—dijo y yo asentí extremadamente atenta.

Malik rodeó la moto dejando la misma entre los dos, comenzó explicándome las partes y para qué servían cada una: el embrague, la palanca de cambios, las velocidades, donde va la gasolina, freno, acelerador, y más. Hice notas mentales de todo. Él hablaba en serio cuando dijo que me enseñaría y era muy bueno explicando y resolviendo cada una de mis dudas.

Pasamos como veinte minutos en eso.

En ocasiones, cuando estiraba el brazo para señalar algo, observaba su tatuaje. Tenía unos curiosos diseños mandala a lo largo del mismo, hasta su hombro.

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