22. Invitados extraños

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¡Holi! He decidido subir capítulo hoy, porque mañana no sé si podría tener tiempo, así que os dejo con este capi. 

Ojalá os guste y lo disfrutéis.

Un beso y gracias por todo. ><


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Guillermo.




Después de comer algo, medianamente bueno, Samuel vino, apresuradamente, y me arrastró consigo.



¿A d-dónde va-vamos? —le pregunté confuso y un poco aterrado. No sabía qué pretendía.

Unos antiguos amigos se han contactado conmigo para lograr vernos unos cuantos, y yo me he encargado de avisar al resto. Estarán aquí en un par de horas, así que tienes que estar presentable. —dijo, tirando de mí, con fuerza, adentrándonos en el baño—. ¿A qué esperas? Desnúdate. —Lentamente, hice lo que me dijo ante su intimidante mirada. Intenté evitar, todo lo posible, mirarlo a los ojos porque sino iba a tener problemas. Más problemas de los que ya, de por sí, tenía.

¿M-me meto en...? —Él se acercó a la bañera y empezó a llenarla. Esperé a que me hiciera alguna seña para acatar sus órdenes.

Vamos. —dijo, una vez estaba todo listo—. Date prisa.

(...)

El sonido estridente del timbre, retumbó por toda la sala.

Un par de empleados se acercaron a la puerta, siendo seguidos por Samuel y por mí, que mirábamos atentos cómo se abría la puerta, hasta entrar unos cuantos de hombres, tres de ellos; más o menos de la edad de De Luque, y los otros dos; algo más mayores.

Todos estrecharon la mano al dueño del lugar e iban adentrándose en la enorme mansión, menos uno de ellos que lo abrazó directamente.

—¡Cuánto tiempo Samu! —lo abrazó con fuerza el de pelo algo rizado.

—¿Qué tal todo este tiempo, tío? ¿Todo bien? —le preguntó él.

—Sí... bien. —Hizo una pausa y añadió—: ¿Sigues siendo el mismo granuja? —Esta vez, sonreía de oreja a oreja.

—Totalmente, tío. —El chico pasó, y cerraron las dos grandes puertas, que se fusionaban como si fuese una—. Sentaros. —Lo invitó De Luque. Todos ellos se sentaron en los sofás que quedaban uno enfrente del otro. Samuel se acomodó sobre el sillón que había junto a ambos sofás. Me hizo una seña y me acerqué a él.

—Siéntate. —me ordenó con mirada seria. Yo miré alrededor, divisando un sitio libre junto a uno de los invitados. Me negué a sentarme junto a esa gente. Volví la mirada hacia 'mi amo', que parecía impacientarse—. ¿Quieres hacer el favor de sentarte? —Me moví del sitio y él volvió a llamar mi atención—. ¿A dónde crees que vas? Aquí. —dijo señalando el suelo, a un lado de donde él se encontraba. Lentamente fui bajando, hasta quedar de rodillas, posición que se volvió bastante incómoda y tuve que cambiar, quedando el culo apoyado en el suelo.

Por fin la mirada de todos se desvió al patrón. Me estaban poniendo demasiado nervioso.

La voz de Samuel empezó a hablar, saludando a cada uno de los invitados y dando a empezar una conversación que no sé de qué trataría.

—Y bueno, ¿qué podéis contarme de vuestras mascotas? —preguntó interesado—. Porque supongo que todos seguís esta costumbre nuestra, ¿no? —Así que todos los que estaban reunidos eran los mismos malditos enfermos que él.

—Oh, claro. Eso ni lo dudes. —dijo un hombre de pelo moreno y bastante blanco de piel. Parecía tener unos treinta y pocos años—. Me casé hace dos años, pero tengo una habitación de la cual nadie sabe de ella, y allí tengo encerrado a mi mascota. Lo he llamado Leo, de león, porque es bastante bravo para ser un sumiso. —El hombré rió produciéndome náuseas—. Tendrías que ver las palizas que le pego a diario, Samu. —De Luque rió junto a él, una risa no muy auténtica, luego me miró a mí y cambió su rostro a total seriedad.

Volvió a fijar sus ojos en el siguiente hombre, que se hallaba junto al anterior y esperó a que hablase. Éste parecía algo mayor.

—Yo aún no me casé. Sólo le veo interés a esto de las mascotas. La mía se llama Luna, no le he puesto ningún nombre porque nunca la nombro. Simplemente uso el pronombre 'Tú' para llamarla y ordenarle lo que sea. —Miró a cada uno de los presentes, pasando sus ojos por mí hasta terminar en Samuel—. No creo que ninguno de estos se merezcan ni siquiera un nombre. —Samuel rió sin demasiadas ganas.

—¿Y tú, Luzu? No me has dicho nada. Tú eres el que me hizo ver lo divertido que es esto.

—¿Eh? —El chico levantó la cabeza, la cual estaba agachada con los ojos clavados en el suelo. Parecía algo desconcertado—. Yo... sí. También tengo a alguien...

—Bueno, cuéntanos. —Ahora Samuel si parecía verdaderamente interesado, no como con los dos hombres anteriores.

—To-todo genial. Hago con él lo que quiera. —rió. Se veía nervioso. Ninguno de los que estaban en la sala me caían bien. "Quiero que se vayan todos"

—¿Cómo se llama y cómo lo encontraste?

—Frank... —respondió bajando la cabeza—. Lo encontré en un momento bastante malo. —dijo volviendo a mirar a De Luque—. Le estaban pegando y yo lo acogí. —Samuel rió y empezó a hablar.

—¡Qué astuto! Y luego como agradecimiento por tu buen hecho... —Volvió a reír. Yo lo miré ceñudo. No me hacía gracia en absoluto la conversación de estos dementes.

—Sí. —respondió el otro y todos empezaron a reír.

—Y bueno, Samu. Veo que tú tampoco te quedas atrás. —dijo el primero que había hablado, mientras me miraba—. ¿Cómo se llama éste? —preguntó con una sonrisa asquerosa en sus labios. Samuel desvió la mirada hacia mí, dejándome helado, a lo que sonrió con cinismo.

—Willy, ese es su nombre. —Su odiosos ojos no se despagaban de mí. Sabía que últimamente había estado comportándome más que bien para no aguantarlo. Pero no me gustaba que me llamase así, Willy.

Él se dio cuenta de que me molestó cuando vocalizó esa palabra, así que volvió a repetirla, sin dejar de observar mi reacción con una sonrisa

—Willy... Bonito nombre, ¿verdad? —dijo a los demás, sin apartar la mirada de mí.

—Parece nombre de caniche. —Se burló uno de ellos.

—Me llamo Guillermo. —Me atreví a decir. Todos los invitados se quedaron pasmados al escucharme hablar. ¿Qué les pasaba a esta gente? ¿Tan raro era?

—¿Cómo dices? —Vi a Samuel levantarse y con visible ira en sus ojos. De pronto empezó a temblarme las piernas, subiéndome por todo el cuerpo.

—N-n-nada. N-no dije na-nada. —Inconscientemente, me eché un poco hacia atrás, consiguiendo que diera dos pasos al frente, en mi dirección.

—Estate quieto. —Me quedé estático. ¿Qué podía hacer? Sabía perfectamente cómo era el chiflado que tenía cara a cara, y no quería jugármela. Me pisó ambas manos, haciéndome soltar un quejido que intentaba, en vano, disimular—. ¿Cuál es tu nombre?


—¡Willy! —grité, cerrando los ojos—. ¡Willy! ¡Willy! ¡Me llamo Willy! —Samuel retrocedió. Abrí, levemente, los ojos, visualizando a De Luque acomodado de nuevo en el sillón. Desvié la mirada al resto de personas y todos sonreían con maldad, excepto uno de ellos. El tal Luzu.


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Capítulo escrito por: @Mrsdesrosiers17

Duros caminos del destino [Wigetta y Lutaxx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora