7. Deseos

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Narra Luzu:

Las ganas de hacer mío a Frank me estaban matando, no sabía si iba a poder seguir controlándome. 

No quería hacer algo en contra de su voluntad, pero verlo acostado en mi cama, tan indefenso y hermoso, era algo que definitivamente aumentaba mis ganas de estar con un hombre, por primera vez.

—Frank. —susurré acercándome aún más a su oído. —Despierta, guapo. —Mordí el lóbulo de su oreja, causando un quejido de su parte.

—¡TÍO! Pero, ¿qué haces? —gritó. Iba a disculparme, pero se me ocurrió algo aún mejor.

—Shh, cállate. —Puse mi peso en mis brazos para no aplastarlo y me coloqué encima de él.

—QUÍTATE DE ENCIMA.

—Un quejido más y te beso hasta dejarte sin aliento. —Abrió sus ojos como platos y noté que se cristalizaron, pero reprimió sus lágirmas. Ahí fue cuando recordé por lo que había pasado y me sentí realmente mal. 

—L-lo siento Luzu. —Se supone que debería disculparme yo.

—Vístete, vamos a desayunar. —Se vistió con la ropa que le había prestado y yo hice lo mismo.

—Hola chicos. —saludó Lanita sonriendo.

—Hola. —respondí de la misma manera.

—Hola. —dijo Frank tímidamente.

—El desayuno está en la cocina. —Frank se sentó en la mesa mientras que Lana y yo buscábamos nuestra comida.

—¿No comerás, Frank? —preguntó Lana.

—N-no tengo hambre. —Bajó la mirada y yo me sentí culpable. 

—¿Empezabas hoy a trabajar? —dijo Lana, interrumpiendo el silencio incómodo, al menos para mí.

—Sí. —Lanita asintió tomando un sorbo de café.

—Yo me voy ya. —Se levantó y se fue a trabajar.

—Frank, ¿sabes que probablemente una oportunidad así no se volverá a presentar? —Él asintió, me levanté y el me imitó. —Me gustaría poder controlarme. —Me acerqué y lo besé.

—Luzu, no, por favor.

—Tranquilo, ahora tengo que ir al trabajo. Lana y yo volvemos a las cinco. ¿Qué te parece si nos esperas con palomitas y vemos una película los tres?

—Vale.

—Adiós.

—Adiós. —articuló, esbozando una sonrisa.

Salí de casa, sabiendo que mi trabajo comenzaba mañana. 

Me aseguré de que Frank estuviese en nuestra habitación y yo me "escondí" en la de Lana, entrando por la ventana. 

Me quedé flipando con la cantidad de maquillajes que había en su mesita de noche. Pero yo no estaba ahí para revisar sus cosas, lo que quería era saber qué haría Frank cuando yo no estuviese en casa.

Al principio oí que estaba con su móvil, fue a la sala a ver la televisión y luego fue al baño.

Ya llevaba unos cinco minutos ahí dentro, acerqué mi cabeza a la puerta y escuché unos jadeos en el interior. 

Me sonrojé al imaginar la situación. Pude oír que estaba gimiendo una palabra poco clara, creo, creo que era mi nombre. Un bulto se hizo notar en mis pantalones. 

Salí, de nuevo, de la casa para despejarme un poco. No podía creer lo que estaba haciendo, estuve a punto de violar a alguien, y ni siquiera sabía si era mayor de edad. 

Hice las compras y pensé en disculparme con Frank, pero una parte de mí sabía que aprovecharse de esta siutación no estaría del todo mal.

Esperé en la puerta de casa, con las bolsas en la mano, hasta que llegara Lana. No es que no pudiese entrar sin llaves, fácilmente podía colarme por algunas de las ventanas, pero no iba a hacerlo ahora.

—Hey! —me saludó la rubia. Eran ya las cinco y cuarto, y me rugía el estómago. -¿No has comido nada en el trabajo? 

—No. —dije poniendo una mueca de disgusto. —Ahora comeré cualquier cosa.

Ella asintió y abrió la puerta, dejándome pasar a mí primero.

—¡Ya estamos aquí! —anuncié.

Frank salió de la habitación, algo sonrojado, e intentando disimular el color carmesí de sus mejillas.

—¿Por qué estás tan rojito? —le pregunté, llevando una de mis manos hasta sus mejillas.

—N-no es nada. —respondió, apartándose bruscamente de mi contacto.

—¿Te encuentras mal? —volví a interrogarle.

—E-estoy perfectamente.

Fijé mi mirada en su entrepierna, percatándome del enorme bulto que se dejaba notar. ¿Acaso estaba... de nuevo?

—Vale. —dije, alejándome de él y dirigirme a la nevera.

Este chico me estaba provocando demasiado, y aunque no lo hiciera queriendo, me estaba haciendo perder la cabeza en estos instantes.

—¿Qué es esto, Lanita? —pregunté, señalando un cuenco que había en el primer estante de la nevera.

—Es crema de verduras. —Escuché a mis espaldas.

—Pues esto mismo. —Cogí el recipiente y lo llevé conmigo hasta el sofá. —Lana. —llamé su atención. —Le dije a Frank de ver una película cuando llegásemos a casa. ¿Te apetece?

—Oh! Sure!

—D-dejé las palomitas preparadas en el microondas. —habló Frank, algo nervioso. —Aún tienen que estar calientes.

"Calientes..." Esa última palabra se quedó grabada en mi mente durante toda la película.

(Autoras: Aitak672 y Mrsdesrosiers17)

Duros caminos del destino [Wigetta y Lutaxx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora