43. Libres

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Luzu.

Me dolía, terriblemente, todo el cuerpo.

Nunca me había pegado con Samuel, y aunque nunca me hubiese importado hacerlo, ahora no era agradable. El tío no estaba tan delgado y tan poco en forma como cuando éramos íntimos amigos.

Frank apareció por la puerta y me rodeó con sus delgados brazos. Estaba muy preocupado, pero yo no podía darle importancia a otra cosa que no fuese la estúpida sonrisa de satisfacción que mantenía Samuel en su rostro. Era demasiado frustrante.

—¿Q-qué ha dicho el médico, señor De Luque? —preguntó Frank. Sinceramente, dudaba mucho que aquel chico fuera médico. Seguro que sería un amigo de Samuel. No creo que fuese tan estúpido como para arriesgarse hasta tal grado... O quizás tenía un amigo que se dedicaba a la medicina... No sé.

—No es nada, no te preocupes. —respondió Samu. Frank asintió y desvió la vista hacia mí.

—Estaba muy preocupado, amo... —Lo miré por unos segundos y volví a mirar a Samuel, quien parecía sentirse incómodo al presenciar aquello.

—Quiero que me escuchéis atentamente —La voz del dueño de la casa, volvió a escucharse. Frank y yo clavamos los ojos en él—. Sois libres —Esas dos palabras, eran las que menos esperaba oír en boca de Samuel. Sobretodo en un momento cómo este, en el que yo lo había enfadado por el golpe que le había propinado—. Mañana a primera hora podréis iros. —Fruncí el ceño, sin saber qué era lo que planeaba con aquello. Frank, sin embargo, sonreía de felicidad.

—¿D-de verdad señor?

—Claro. Creo que estáis preparados. Además no quiero seguir con esto, ya os he retenido demasiado tiempo. —¿En serio? ¿Creía aquello, realmente? Pues menudo estúpido. Parece que al fin y al cabo, he vuelto a ganar la batalla. Quizás se había rendido, al comprobar que yo ya no era el de antes, y por eso me dijo todo eso de que yo no llegué a cambiar nunca. Sólo quería meterme miedo para que lo estropeara todo con Frank.

—M-muchas gracias, señor. —Samuel sonrió y salió por la puerta. Acto seguido entraron más sirvientes y la puerta se cerró de nuevo.

—¿Has escuchado eso, amo? —habló mi chico— Mañana podremos volver con Lana. —Yo asentí, mientras el mantenía una sincera sonrisa en su rostro.

—Tenemos órdenes de lavaros —dijo uno de los hombres presentes—. Llevaos al más joven y hacedlo como el señor nos ha repetido varias veces. Yo acompañaré a este chico al baño de esta planta que usamos nosotros. —Samuel y yo siempre nos habíamos organizado así a la hora de lavar a nuestras mascotas. Siempre debía haber un baño aparte, donde se les bañaba a ellos, luego estaban los baños de los sirvientes y luego los de los dueños.

Se llevaron a Frank, agarrándolo de ambos brazos, mientras que el otro hombre, me ayudaba a levantarme y me acompañaba hasta el baño.

—Si necesita ayuda, aquí estaré. —dijo, para a continuación salir de allí. Susurré un "Claro", pero ya era tarde para que lo oyese.

Me acerqué a la bañera, que se encontraba al fondo, la cual ya estaba llena, empecé a desnudarme, dejando las prendas en el suelo, y me introduje en ella. Ya estaba llena de agua, por lo visto ya la habían preparado. La temperatura era perfecta. Al estar al contacto con el agua templada, me sentí más relajado. Metí la cabeza bajo el agua, y volví a sacarla, en cuanto necesité aire.

Suspiré, sintiéndome ahora más calmado, y se me ocurrió llamar a Lanita y avisarla de que volveríamos.

Saqué la mano del agua, la sacudí un par de veces al aire y estiré el brazo hasta el suelo, para sacar el móvil de uno de los bolsillos de mis pantalones. Lo cogí, volví a acercar la mano y marqué el número de la rubia.

—Hi, Luzu! —me saludó, animada, nada más descolgar.

—Hola, Lanita. ¿Sabes qué? Mañana mismo nos tendrás de nuevo en casa.

—Oh my God! Really?! —dijo, emocionada. Poco más y me deja sordo, fue lo que pensé en ese mismo instante— ¡Estoy deseando veros de nuevo!

—Frank y yo también tenemos muchas ganas de verte. —La verdad es que se extrañaba a esa rubia y su perfecto acento estadounidense—. Ahora tenemos que irnos. Saldremos un rato juntos, ya sabes.

—Oh, sure! Os veo mañana, entonces.

—Sí, hasta mañana, rubia.

—Bye, Luzu! —Y colgué.

Solté el teléfono sobre la ropa, y me deje caer en la bañera, relajándome.

Suspiré y sonreí al frente. No podía creer que al día siguiente seríamos libres. Frank y yo, de nuevo compartiendo piso con Lana.

Aunque era raro que Samuel hubiese cedido a aquello, no le quitaba la enorme tranquilidad que sentía en esos momentos.

(...)

—Que os vaya bien juntos. —Se despidió Samuel.

—Nos irá. —respondí de la misma forma que él. Sabía que no lo decía en serio. Que esperaba que su forma de domesticarnos, a mí de una forma y a Frank de otra, daría resultado. Siento decírtelo Samuel, pero no hay nada de lo que vayas a alegrarte. Todo irá genial.

—¿No vas a despedirte, Willy? —Le dijo a su chico.

—Oh... sí. Espero que les vaya genial, señor Luzu —El chaval miró a mi acompañante—. Adiós Frank.

—Adiós, Guillermo. —Ambos se miraron por un momento. Y aunque no creía que hubiese nada entre ellos, no me gustaba que se mirasen así. Sobretodo como esa bazofia miraba a mi Frank.

—Te echaré de menos... —Habló de nuevo el niñato— Q-quiero decir... Extrañaremos vuestra compañía. —El chaval se inclinó, como haciéndonos una reverencia.

Frank fue a decir algo, pero yo tiré de su brazo y ambos nos alejamos sin decir nada más.

—¿Qué pasa, amo? —preguntó él, sin entender mi reacción.

—Tengo ganas de ver a Lana. ¿Tú no? —Él cambió la expresión de su cara, dibujando una sonrisa en sus labios. Claro que quería.

—Sí, la verdad es que sí.

—Pues vamos. Ella nos estará esperando. —Frank asintió y ambos corrimos para salir cuanto antes de allí. Lo único que queríamos era llegar a casa y que todo volviera a la normalidad.

Duros caminos del destino [Wigetta y Lutaxx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora