50. ¿Celoso?

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Guillermo.

Samuel me había esposado a los barrotes de la celda, en la que antes pasaba las veinticuatro horas del día. Al menos me alegraba de que ya no fuera así, pero no me gustaba tener que estar atado a ningún sitio, hasta prefería estar dentro de esa prisión.

Una chica llegó con mi plato del desayuno, que había empezado, y me ayudó a terminármelo, algo que agradecí mucho, ya que no podía valerme por mí mismo en tales condiciones. Tenía que comer de pie, con una mano libre con la que sólo podría sujetar el plato y... ¿cómo se supone que comería?

Una vez me lo terminé, la chica se fue. Le agradecí un par de veces más, a lo que ella me sonrió.

Me moví un poco, intentando estar algo más cómodo, pero me fue imposible.

Me sostenía sobre un pie, y luego sobre el otro. Cada vez me cansaba antes. El peso de mi cuerpo se volvía insoportable, a la par que la espera.

¿Qué estaría haciendo Samuel?

Salió tan de repente y sin decir nada... Esperaba que no fuera algo grave. Aunque a juzgar por la cara que puso al atender aquella llamada... Creo que eso no iba a ser posible.

Escuché unos pasos rápidos por el oscuro pasillo. Conseguí enfocar la silueta de la persona que se me acercaba. Era uno de los criados de Samuel.



-Vengo a soltarte -dijo, al mismo tiempo que sacaba una pequeña llavecita del bolsillo-. El señor me dijo que lo tuviera aquí, hasta que él llegase. Y lo acabo de ver entrar por la puerta en compañía y... -Bajó la cabeza, y creo que sintió haber hablado demasiado- Bueno, ven conmigo. -Abrió la esposa que rodeaba el barrote de la celda, volviendo a cerrarla alrededor de mi otra muñeca. Ya volvía a estar como antes de que se fuera Samuel.



El hombre me agarró del brazo, tirando de mí para llevarme consigo. Algo que le costó bastante, por mis pies atados.



-¿Ha pasado algo? -Me atreví a preguntar. Él ladeó la cabeza, mirándome de reojos. No se atrevió a emitir sonido alguno.



Terminó de andar, me soltó del brazo, empujándome un poco hacia adelante, mientras sus labios articulaban "Aquí tiene señor. Lo que usted me dijo"

Mantenía las manos unidas y estiradas, enlazando sus dedos, reposando sobre la entrepierna del hombre.

Dejé de mirarlo, moví la cabeza para mirar al frente, sin esperar encontrarme con aquella imagen. Allí estaban Samuel, Luzu, otro tipo y un chico inconsciente en los brazos del dueño de la mansión.



-No digas nada -habló De Luque-. Esto no es asunto tuyo.



Cerré la boca, la cual había abierto para formular una pregunta, y terminó por ahogar las palabras que deseaba emitir.

Los observé en silencio.

Ellos discutían sobre qué iban a hacer con el chico. Uno de ellos, el tipo al que no conocía -el que estaba consciente-, se desprendió de los calzoncillos del chaval que parecía dormido, dejando ver la sangre proveniente de su trasero. Ahogué un grito de horror, llevándome ambas manos a la boca.



-Acompáñame a un lugar en el que pueda mirarlo -dijo, dirigiéndose a Samuel-. Será más cómodo que hacerlo aquí. Además no querrás que este chico se asuste más de lo que ya está, ¿no? -Alzó las cejas, usando eso para señalarme.



De Luque se quedó con la mirada fija en mí, sin decir nada. Rodó los ojos y se alejó junto al tipo desconocido. Me quedé mirándolo, mientras se perdía a lo lejos. Y entonces, volví a mirar al frente.

En los últimos días de convivencia con Luzu y Frank, el mayor me había parecido más mala persona, de lo que en un principio me pareció. Y ahora me había quedado a solas con él. Frente a frente.

Parpadeé varias veces, observando todo a mi alrededor de reojos. A veces también movía la cabeza. No quería parecer un gilipollas, mirando de un lado a otro sin moverme ni un milímetro. Y mucho menos quería darle a entender que me sentía incómodo en su presencia.

Sentí cómo en el rostro ajeno se dibujaba una sonrisa malévola. Mierda. Y yo en estas condiciones Pensé. No podía moverme para alejarme de él. Al menos, no de una forma que dejara mi dignidad intacta. Aunque creo que para eso ya era tarde, y tampoco es que debiera importarme mucho. Me había visto y me estaba contemplando.



-¿Me tienes miedo? -Su voz sonó terrorífica a mis oídos. Yo lo miré en silencio. Ignoré lo que había dicho, y desvié la mirada hacia cualquier lugar, en el que él no apareciese en el foco de visión- Te he hecho una pregunta -Una de sus manos se posó sobre mi hombro izquierdo, y un grito escapó de mis labios-. No me gusta que me ignoren. -Una cínica sonrisa apareció de nuevo en su rostro al oír la forma en la que reaccioné cuando me tocó. Sus ojos se clavaron como agujas en los míos, provocándome un leve temblor que empezaron en las piernas e iban extendiéndose por todo mi cuerpo.



Su mano bajó por mi espalda, con lentitud, y la dejó descansando sobre mi cintura.

Miré hacia abajo, donde me estaba tocando, y volví a subir la mirada, para mirarlo a la cara.

No dije nada.

¿Qué podía decir? Aunque supiera que decirle, no era capaz de hacerlo. Las palabras no pasaban de mi garganta.



-¿Te ha comido la lengua el gato? -Oí algo tras de mí, después de oír las palabras de Luzu. Giré la cabeza, para ver de qué se trataba, encontrándome con la silueta de Samuel de brazos cruzados.

-¿Qué se supone que haces? -Fue lo que dijo éste. Luzu miró por encima de mi hombro, sonrió, y apartó la mano de mi cintura.

-Sólo hablaba con tu chico. -respondió.

-Pues si quieres hablar con él, hazlo con un mínimo de separación y sin tocarlo. Te recuerdo que él es mío -¿M-mío? Aquello sonó tan posesivo. Mi corazón empezó a latir con fuerza, y por un momento creí que ellos también lo escucharon-. ¿O es que acaso no te basta con haber violado a uno hasta dejarlo inconsciente? Eres un animal.

-No quiero a tu sumiso feo y sin gracia -dijo, dando a entender que no tenía pensado hacerme nada-. Alejandro lo merecía. Desde el primer momento en el que lo vimos, lo buscaba.

-¿Qué... coño? -Samuel se había acercado, y estaba más a o menos a mi misma distancia- Te ayudo después de todo, ¿y esto es lo que obtengo a cambio? Y no es feo y sin gracia, o no te lo estarías tirando con la mirada -respiró profundamente, intentando calmarse para no golpearlo y volvió a hablar-. En cuanto Rubén haya terminado de revisarlo y lo ayude, te lo llevarás de aquí y desaparecerás de mi vista para siempre.

-No hay nada que desee más. -articuló el de cabello más largo. Samuel rió.

-No harías nada sin mi ayuda. Y algo me dice que esto no será lo último -Noté cómo la mano de De Luque me agarraba del brazo-. Ven. Te llevaré a mi habitación y enseguida estaré contigo. -Asentí. Eché una última ojeada a Luzu y comencé a deslizarme sobre el suelo, tras los pasos de Samuel.



¿Se había puesto celoso? ¿O era una simple pelea de dominantes, para ver quien lo es más?

No sabía qué responder a eso, pero me había gustado la reacción de Samuel. Más de lo que me gustaría admitir.

Duros caminos del destino [Wigetta y Lutaxx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora