Duros caminos del destino [Wigetta y Lutaxx]

33. Una pequeña misión

Samuel.

Abrí la celda y anuncié para lo que había ido, llevándome conmigo a mi pequeña, y esperaba que fiel, mascota. Encerré al chico de Luzu, y llevé a Guillermo hasta mi habitación.

Él, al llegar a la puerta de ésta, comenzó a desnudarse, bajo mi atenta mirada, tal y como yo le había dicho los anteriores días. Sólo que, en este caso, no tuve que recordárselo.

—Ahí tienes tu cena —Señalé la bandeja situada sobre la mesita de noche—. Pero —Hice una pausa para que me mirase y continué—, sólo comerás si has cumplido con lo que te dije.

—Sí, señor. Lo advertí sobre ello —Se quedó quieto, mirándome a los ojos, sin tartamudear ninguna palabra—. Le dije que lo mejor para que saliese ileso de aquí, era acatar sus órdenes y las del señor Luzu.

Me acerqué a él, juntando su cuerpo con el mío, y deposité un beso en sus labios.

—Buen chico. —le dije.

Me senté sobre la cama, dejando los pies en el suelo. Miré a Guillermo, al cual no le hizo falta que lo llamara por su nombre, y vino hasta mí, sentándose en mi regazo.

—¿Quieres que te dé yo de comer, pequeño, o prefieres comer por ti mismo?

—Pre-prefiero que me dé usted, a-amo. —El chico se sonrojó ante aquello, supongo que por lo raro que había sonado. Sonreí para mí. Y es que el joven había estado comportándose bastante bien, para variar. Ni siquiera se quejaba de nada. Sólo se atenía a lo que le ordenase.

Cogí la bandeja, colocándola sobre las piernas de Guillermo, cogí el tenedor y comencé a enrollar los espaguetis en él.

—¿Qué te parece la comida? —le pregunté. Era la primera vez que le consentía comer comida de primera calidad.

—¡Muy rico, señor! ¡Muchísimas gracias! —dijo, muy animado. Como podía cambiar el humor de una persona, una cosa tan simple. Aunque yo nunca había comido nada en mal estado o con mal sabor, así que no podía imaginar cómo sería eso.

—Si sigues comportándote así de bien, tendrás recompensas como estas.