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— ¿Sabes si tienen algún color favorito? — Le preguntó Yuta.

Sicheng lo miraba con una sonrisa. El mayor tenía un pequeño brillo en los ojos mientras le preguntaba todo lo que le gustaba a los mellizos.

— Yuta cálmate un poquito. Aún queda bastante para que los mellizos lleguen, tenemos tiempo para adecuar los cuartos.

— Lo siento, es solo que sí estoy emocionado por tenerlos aquí.

— No tienes por qué disculparte pero si debes calmarte un poquitín.

Yuta iba a decir algo más pero su madre entrando haciendo un escándalo no lo dejó.

— ¡¿Se puede saber en qué están pensando?!

— Primero, te calmas, no puedes venir a mi casa a gritar. Y segundo, explícate.

— ¡¿Adoptar?! ¡¿En serio, Yuta?! — Sabía que esto pasaría.

— Si, mamá, es en serio.

— ¡Estás loco! ¡Están locos! No lo voy a permitir.

— ¿Se puede saber quién es usted para prohibirnos cosas? — Habló Sicheng.

— Tu padre no estará de acuerdo con esto tampoco, Sicheng.

— ¿Y usted cree que me importa? — La miraba desafiante. — Señora, con todo respeto, la opinión suya o la de mi padre me vale tres pepinos. Ya tuvimos suficiente con este matrimonio forzado. Ya no tienen ningún derecho de estar metiéndose en nuestra vida. — No habló para nada alterado. — A los niños los criaremos y educaremos nosotros, no ustedes, así no tiene que decir absolutamente nada. — Finalizó.

— Sicheng.

— Vete de aquí, madre. — Le dijo Yuta. La mujer lo miró indignada.

— Pero...

— ¡Que te vayas! — Sin decir nada más, la madre de Yuta salió de la casa.

Volteó a mirar a Sicheng y lo vio soltar aire.

— ¿Estás bien?

— Si, solo que no creí que podría responderle.

— La verdad es que me sorprendiste. — Se quedó en silencio unos segundos. — ¿Sicheng?

— Dime.

— ¿Estás realmente de acuerdo con la idea de traer a los mellizos? Pregunto ya que si bien mencionaste la idea de adoptar, yo actúe apresuradamente.

— Tranquilo, claro que estoy de acuerdo.

— Es que aún sigues con tus estudios y eso.

— Yuta ya he hecho muchas cosas con un tiempo limitado encima. Créeme que cuidar de dos niños y enseñarles muchas cosas no será problema.

Fue en ese momento en el que se dió cuenta que tal vez su decisión fue muy apresurada solo porque su corazón se rompió al ver los ojitos llenos de lágrimas de Chenle. Pero no se puso a pensar en qué pensaba Sicheng o cómo se sentía con la idea.

— Podemos contratar a alguien para que los cuide mientras tú estudias.

— A ver, a ver. Siéntate primero. — Lo guió a la sala. — Recuerda que los niños deben estar en el jardín de infantes, por ende en la mañana estarán lo bastante ocupados. Son muy curiosos, en especial Chenle, así que durante la tarde podemos ver qué actividades pueden hacer. Cuando estén en casa pueden y deben hacer sus tareas y también pueden jugar. Y te recuerdo que no solo yo seré su padre, tu también lo serás, así que ambos debemos pasar tiempo con ellos. No hay más discusión y es la última palabra.

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