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—Créeme que es en serio.

Esas palabras, las palabras que quiso escuchar desde el momento que descubrió lo que sentía, por fin las podia escuchar y con el mismo sentimiento que él.

Cuando creía que al fin podría estar con la persona que quiere, todo eso se vino abajo, destruyéndolo por dentro y no sólo a él, sino al amor de su vida también. ¿Cómo era posible que  ni siquiera le dieron la oportunidad de expresarse? ¿Por qué le destruían su ilusión y su vida de esa manera? Querían quitarle la oportunidad de ser realmente feliz, pero según ellos, él no sabía lo que realmente lo haría feliz. Pero no, eso no era cierto, estaba totalmente seguro de lo que lo haría feliz y para siempre, pero no sabían entenderlo o simplemente no querían. ¿Pero qué podía hacer? Nada, absolutamente nada, porque ya su vida estaba controlada, su destino ya había sido escrito desde antes de que nazca, o sea que no le dieron la oportunidad de objetar nada, él solo debía cumplir con lo que ya estaba escrito.

Y ahi estaba, a punto de firmar aquel papel, aquel que era el sinonimo de un contrato que le traería una vida miserable, sin ilusiones, sin sueños y sobretodo sin amor, estaba por firmar realmente su sentencia a muerte, así lo sentía. Estaba siendo observado por ciento de ojos, que esperaban a que moviera su mano y colocara su firma en aquel papel o tal vez esperaban a que cometa un error para comerlo vivo, estaba siendo observado por esos ojos que ha amado desde el primer momento, esos ojos que ahora reflejaban tristeza, que ya no formaban ese hermoso eye smile que tanto ama. Sólo quería decirle que lo ama, quería dar un paso atrás, tomar su mano en ese momento y pedirle que lo sacara de allí, que escaparan juntos y así no cometer el peor error de su vida, que se lo lleve a donde sea, donde nadie pueda encontralo.
Y luego estaban aquel par de ojos, aquellos ojos que mostraban satisfacción, aquellos ojos que tenían por dueña a quien se había salido con la suya.

Lo sabía, sabía a la perfección que no podía hacer nada, que no tenía opción alguna, que debía firmar porque sino no podría vivir tranquilo y Jaeno tampoco. Tomó aire levanto su cabeza, observó el techo y luego cerró los ojos con fuerza para luego volver a mirar aquel papel del infierno y firmarlo al fin.

—Por el poder que el estado me otorga, los declaro marido y mujer, puedes besar a tu novia.—Dijo aquel hombre que estaba a cargo de la ceremonia de su boda.

Tan solo se quedó parado en su lugar hasta que ella se acercó a el y le susurro al oído.

—Si no quieres que le pase algo al gran amor de tu vida actúa como si fueras el mas feliz del mundo y lo miró a los ojos.

Tomó su cintura y tal como ella lo hizo hace un momento le susurro al oído

—Créeme que por él soy capaz de todo hasta de fingir que soy feliz contigo cuando no lo soy.—Dicho eso unió sus labios.

Sus ojos se abrieron en demasia, no podía creer lo que estaba viendo. Los labios de SU chico estaban tocando los de aquella bruja, aquella mujer que lo unico que ha hecho es arruinarles las vida a ambos solo por capricho propio. Jamás habia sentido tanta rabia como ahora. No quería seguir alli, se dio media vuelta y salió de aquella sala, no quería seguir viendo aquello.

—Jaeno.—Escucho una voz detrás de él.

—¿Qué sucede Ryujin?.—Secó las lagrimas que salieron por voluntad propia antes de darse la vuelta y mirar a su mejor amiga.

—Vámonos, se que no quieres estar aqui, y la verdad yo tampoco.

—Pero es tu mejor amiga.—Jaeno la miró con algo de sorpresa.

—Era mi mejor amiga. Yo, no puedo ser amiga de alguien que es caprichosa y hace hasta lo imposible por conseguir lo que quiere.—Dijo con el ceño fruncido

The Heirs ⭐NCT⭐ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora