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— Debes ir a Tailandia, debes cerrar una sociedad que nos viene bien.

— ¿Cerrar una sociedad? ¿Y me informas recién cuando debo ir? — Taeyong miraba con el ceño fruncido a su madre. — Te recuerdo que el primero que debe saber esas cosas soy yo.

— No estabas cuando llegó esa propuesta, así que la acepté, creí que es sería una muy buena idea.

— No puedes tomar decisiones sin mi autorización. — Levantó un poco la voz pero no llegaba a ser un grito.

— Tu no puedes decirme qué hacer, soy tu madre. — La mujer frunció el ceño.

— Tu no puedes darme ordenes aquí, porque el dueños soy yo y por lo tanto tu jefe. — Su dedo indice apuntándola. — Fuera de la empresa si, eres mi madre, pero aquí ¡No!

— Modera tu tono.

— Haz bien tu trabajo entonces. — Volvió a sentarse. — Ahora sal de aquí, revisaré primero los contratos y papeles que tengo pendientes y luego leeré esa propuesta antes de decidir si voy firmar o no y si iré o no.

— Está bien. — Con eso dicho su madre salió de su oficina.

Podría ser su progenitora y todo pero como lo dijo, eso era fuera de la empresa, dentro de esas cuatro paredes quien daba las ordenes y tomaba las decisiones y tenía la última palabra era él

— Seulgi, tráeme todos los papeles pendientes por favor. — Pidió a su amiga y secretaria.

Luego de unos minutos ella entró con dos carpetas llena de papeles. Él suspiró cansado.

Odiaba cada vez que tenía que revisar contratos, papeles y así como también odiaba firmarlos. Odiaba a la gente hipócrita que solo quería asociarse a su empresa solo para mejorar su posición en el mundo empresarial.

No era tonto. En los años que llevaba ahí aprendió a darse cuenta de muchas cosas, a conocer a las personas, tanto a las que trabajaban con él y para él como a las que querían trabajar.

Empezó a trabajar en la empresa luego de que nació Yerim.

Lo hizo solo para estar lejos del padre de su hermana, porque no soportaba su presencia; y también porque en ese momento aún seguía molesto con su madre por no haberle dicho la verdad.

En ese momento estaba en el primer año de su carrera.

Los empleados de confianza de su padre que se habían quedado en Corea se encargaron de ayudarlo con todo lo que necesitó y mientras él estudiaba en algunas ocasiones ellos se hacían cargo de todo; se los agradecía de todo corazón, por ser unad grandes personas y buenos trabajadores.

— ¿Hoy no te toca estar con Yerim? — Preguntó Seulgi.

El levantó la vista y miró el día y fecha en su celular.

— Tienes razón, gracias por recordarmelo. — Se puso dd pie rapidamenteny dejo todo lo que estaba haciendo. — Si no llego rápido a casa se pondrá a llorar y cuando llegue me va a ignorar.

— Esa pequeña te tiene como un estúpido. No creí que eso sería posible. — Comentó su amiga con una sonrisa.

— Qué quieres que haga, es la luz de mis ojos.

— Quiero que vayas a buscarla en este momento y la traigas aquí para llevarla a tomar un helado. Hace un buen rato que no la veo.

— Esta tarde no será posible porque es mía, así que será para otra ocasión, lo siento, amiga

— Oye, eso no es justo. — Se cruzó de brazos. — Tu la tienes y tendrás para ti toda la vida, yo la veo cada muerte de obispo.

— No comparto a mi hermana, lo siento. — Taeyong sonrió.

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