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James ha estado con Peeta desde que regresé al 12, todos los días la aldea de los vencedores se llena del olor a pan que sus hornos contagian, a veces escucho como tocan mi puerta y dejan una pequeña canasta, ya van varias veces que he tenido que tirar el pan por que los efectos secundarios de la morflina no ayudan.

Peeta había inventado que yo tenia una enfermedad contagiosa para que James no me viera en tal estado, era algo con lo que yo le estaba totalmente agradecida, por que mi estado actual era horrible. Había bajado de peso y ni siquiera asomaba mi rostro por la ventana, tenía moretones por todos los brazos y piernas e incluso tuve que separarme de aquellas notas que Finnick solía mandarme, o terminarían desechas con las lágrimas que derramaba todos los días.

Una tarde se escucharon disparos, me incorporé como pude de mi habitación y abrí la puerta de mi casa sintiendo un fuerte viento en mi cara, mis ojos se acoplaban a la luz del exterior cuando ví que Peeta, James y otros muchachos entraban a casa de Katniss con una persona en una mesa. A lo lejos observaba un incendio en el centro del distrito, posiblemente una mina, otro accidente.

Curiosa y débil por la falta de alimento, me acerque a la casa de Katniss y la escena que ví fue aterradora.

Su amigo, Gale Hawthorne estaba gritando del dolor cuando la mamá de Katniss vaciaba alcohol en su espalda, donde su piel estaba totalmente expuesta por marcas horribles. El olor a sangre, alcohol sobre la herida y el calor dentro del lugar hizo que comenzara a sofocarme, cuando veo que Prim inyecta morflina a Gale para que duerma y no sienta dolor, algunos ojos se posan en mí.

—Necesitaremos más— dice la madre de Katniss.

—En casa hay unas cuantas botellas más, pueden tomarlas— digo como puedo.

—¿Segura que no las vas a necesitar más? — por el tono de voz que hace Haymitch, sé que sigue molesto.

—No es el momento Haymitch— ahora es Katniss quien le responde mientras dirige su mirada preocupada hacia mí.

—Por favor, Peeta, ve por ellas— antes de decir algo más tengo que salir del lugar antes de vomitar y generar más pánico. Comienzo a temblar fuertemente y sé que es James quien ha sostenido mi cabello cuando me agacho.

—¿Amelia? — esta alarmado por que yo no puedo levantar la mirada, me aferro al hielo sin importar que mis manos se congelen, trato de inhalar y exhalar hasta que alguien más me incorpora.

—Cierra los ojos Lía, cierra los ojos— hago caso a lo que mi mentor dice. —¿Recuerdas aquello que Finnick te regalo? Tu le dijiste que unas pocas ramas y hojas era lo único que podías darle para que te recordara y el...

—Me dio un frasco de arena y una perla— le dijo como puedo, mis ojos están llorosos — siempre están bajo mi almohada.

—James, ¿crees que puedas traerle eso? — el parece asentir, por que veo su silueta alejarse de nosotros. Haymitch tiene que llevarme al sillón de la casa de Katniss mientras Prim le pasa un par de mantas. Peeta se acerca rápidamente y los brazos de mi mentor cambian por los de él, se que James vendrá en cualquier momento y Haymitch tiene que buscar una ''excusa'' perfecta para que no genere más pánico.

Katniss me trae una taza con té, ella dice que su mamá lo ha preparado para que mis nauseas pasen y que eso puedo tomarlo para dormir también, ahora que me he desecho de la morflina puede ser que el té sea la mejor alternativa que tenga para superar aquella adicción... por ahora.

Cuando James llega con aquel frasco con arena solo puedo pegarlo contra mi pecho mientras cierro los ojos y trato de imaginar un universo en donde Finnick y yo vemos el atardecer a la orilla del mar, me hubiera gustado vivir ahí con él.

AMELIA | THGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora