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-¡Amelia!- gritaban con verdadero entusiasmo.- ¡Amelia por aquí!

La gente del Capitolio gritaba tanto, estaba tan acostumbrada a la soledad y el silencio que en cuanto puse un pie en las calles del capitolio quede aturdida por las cámaras y por los gritos, lo único que hice fue lanzar besos y sonreírle a la multitud. En casa soy una persona y en el Capitolio soy otra muy diferente.

''Hay que darnos prisa Amelia, tienes una entrevista con Cesar y mañana por la mañana una sesión de fotos''

Llegue al centro en donde se hospedaban todos los tributos y los vencedores durante su estadía en los juegos.

-Iré por tus estilistas Amy, adelántate y ve al comedor y pide algo- no me dejo protestar cuando dio largos pasos a buscar a mi equipo de preparación: Lily, Philiph y Sarah.

Camine hasta el elevador, sin percatarme de que alguien entro conmigo. No me gire para ver quien se encontraba hasta que él decidió hablar.

-Y no vas a saludar a un viejo amigo – me dijo Finnick Odair, el vencedor del distrito 4.- eso sí que duele Lía.

Una gran sonrisa apareció de mi rostro al mismo tiempo que él me daba un beso a la mejilla y me levantaba del suelo.

-Te he echado de menos Finnick- le dije aun sin soltarlo- ¿Cómo va todo en tu Distrito?

- Excelentemente- me dijo, quería seguir hablando pero el elevador se abrió, dejando claro que él debía de bajar en su piso- Espero seguir esta charla en estos días.

-Te veré luego supongo- le dije despidiéndome.

Finnick y yo teníamos la misma edad, pero él había cambiado bastante con el paso de los años, siempre fue atractivo y él lo sabía. Como él y yo éramos algo nuevos en esto de ser mentores, nuestra amistad surgió cuando los tributos de nuestros respectivos distritos, tuvieron una corta pero estable alianza, pero al poco tiempo él solía captar toda mi atención en las fiestas, era muy extraño describir mi situación con él.  Finnick era una gran persona sin duda alguna, el notó que algo andaba mal y le contó a Effie, después se entero de mi problema con las drogas y fue la primera vez que lo ví llorar.

 Mientras a mí me daban Joyas, dinero e incluso una habitación llena de regalos muy costosos como pago, Finnick encontró una manera más efectiva de cobrar su compañía... secretos. No me había arriesgado a preguntarle cuales eran, pero imaginaba acerca de quien se trataban.

Cuando llegue al piso de mi distrito y atravesé las puertas, me di cuenta que habían hecho muchos cambios en la decoración, como cada año. Los Avox estaban en cualquier esquina del piso y les ordene que me prepararan un poco de estofado. Si algo había aprendido con los años, es que no podría hablarles de otro tipo de cosas o tratar de ayudarles, porque el castigo para ellos sería muy duro. Odiaba que el Capitolio nos tratara como esclavos, odiaba que la gente se burlara de los que mueren cada año y odiaba ver a las familias llorar por la muerte de sus hijos, odiaba a Snow y su cruel dictadura para todos nosotros. Si ganas los juegos, debes de saber que no serás el mismo de antes. Las personas que matas por sobrevivir, se quedan contigo para siempre. Muchas veces los que crees tu familia te darán la espalda tarde o temprano y los que crees desconocidos, se vuelven parte vital para seguir respirando.

-¡Aquí esta nuestra adorable estrella!- Philiph entró gritando mientras las demás daban saltitos de la emoción. Su emoción se terminó tan rápido en cuanto vieron mi ''maltratado cabello'' y las marcas en mis nudillos.

''Pero querida, deberías dejar de golpearte de esa manera las manos''. Me dijeron. Como si fuera tan sencillo, ellos saben perfectamente que esas manos mataron a cuatro niños en aquellos juegos.

''¡Quedaras preciosa!'' me dijo Sarah.

''Pero si ya lo soy'', les dije formando una media sonrisa, ellos simplemente empezaron a reír. Era mejor seguirles el juego.

-Debes de ver los vestidos que diseñe para esta semana- me decía Lily mientras sujetaba mi cabello- ¡Han sido más de 20 diferentes!

Lily era mi estilista, es apenas unos años mayor que yo. Lily es tan sencilla como su nombre, nunca le ha gustado los extravagantes arreglos en la piel o en su vestir... a excepción de su extraña obsesión por las flores. Ella tiene tatuados varios tulipanes, girasoles y demás flores en sus costados, así como sus peculiares sombreros, usualmente lleva el delineados y sombras de ojos diseñadas en diferentes maneras cada vez, pero no quiere decir que menos coloridas es una extraña mezcla de alegría y rareza.

Junto con mi equipo discutimos del porque no me gustan los colores muy chillones como el rosa y de su ''aburrida vida'' en el Capitolio. Y también, me dijeron que podía uno de estos días visitar la tienda de música y comprar un instrumento para que pase mis días libres en el Distrito, me pareció buena idea y hasta bromee un poco.

-Lo bueno es que solo tengo a Haymitch de vecino- les dije sonriendo- solo él podría quejarse de lo mal que sonaría.

Ellos emitieron unas risillas por un momento y después regresaron con varias cajas largas y una más chica, supuse que eran los vestidos.

-¿Qué hay en la chica?- le pregunte a Lily luego de que me ayudara a colocarme el vestido.

-Es uno de los regalos de...- pero no hubo necesidad de terminar la frase, sabia de quien era.

-¿Cómo se llama la persona?- le pregunté.

-Es... Ryan Clarke- suspire de alivio, Ryan Clarke era apenas un año mayor que yo y ya había pagado por mi antes, por grandes cantidades. Nunca me ha tocado más de lo debido. Ryan era muy serio para ser del Capitolio, al parecer solo hay pocas personas que valoran la vida de los niños que mueren cada año y lo único que hacía desde hace un tiempo era escuchar los problemas de su vida, supongo que esta en un estado de depresión desde que su madre murió de manera extraña en sus brazos, al principio solía drogarme con él, hasta que yo deje esa parte de mi en el pasado y no pensaba volver a caer en ese vicio tan malo. Habían obligado a Ryan a dejar las drogas pero siempre se las arregla para conseguirlas, mantengo ese secreto y dejo que el viaje a otra realidad más feliz cuando estoy con él, suelo  darle consejos aunque en ocasiones llegaba a darme uno que otro beso. Si el pagaba por mí, sabía que tenía que ser su consejera y paño de lágrimas. Un día le pregunte: ¿Por qué me elegiste a mí? Y el simplemente respondió ''por qué pareces una persona que sabe escuchar los problemas sin que le parezcan rídiculos''. El siempre pagaba por mi  antes que nadie, porque muy en el fondo, sabía que de alguna manera me hacía un favor.

AMELIA | THGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora