2.

14.2K 1.3K 16
                                    


Alguien tocaba mi puerta con desesperación, en todo el distrito ninguno se atrevería a tocar mi puerta a mitad del invierno, excepto una persona: Haymitch, mi único vecino.

Baje las escaleras mientras me colocaba un suéter. Abrí la puerta con desgana.

-¿Qué quieres Haymitch? – le pregunte.

-Buenos días para ti también cielito.- me dijo visiblemente enfadado.

- ¿Quiere pasar y explicarme por qué interrumpiste mi sueño dando patadas a mi puerta?- le dije desesperada.

- Pasa Lía que ya no tengo más alcohol- dijo el con una sonrisa tratando de ocultar su molestia mientras agitaba una botella de vidrio vacía.

-¿Y eso me tiene que importar?- le pregunte.- No es mi culpa.

-Cierto no lo es- él se sentó en la silla de mi comedor- Pero te recuerdo esta vez te toca a ti ir por él.

Suspire frustrada. Al menos una vez cada dos semanas, mi agradable vecino y yo nos turnábamos para ir a comprar comida o lo que ocupáramos a la zona comercial del distrito.

-Salgo en 10 minutos- le dije enojada.

- Rápido, no quiero que se termine- dijo mi ex mentor.

-Lo que tus órdenes- le dije mientras subía las escaleras.

Abroche mi abrigo negro y me colocaba mis guantes de piel, cortesía de mi estilista. Baje las escaleras mientras Haymitch bebía café.

-¿Qué compraras para comer?- me pregunto.

- Iré a comprar carne, pan y veré si encuentro verduras- le dije mientras abría la puerta.

-Estaré aquí esperando- me dijo mientras comenzaba a husmear por la cocina.

- Mi casa es tu casa- le dije sonriendo.

Camine a paso apresurado mientras dejaba la aldea de los vencedores. Cada distrito contaba con una y en el caso del 12 tras casi 73 juegos del hambre solo había 2 vencedores. Mi distrito era el más pobre de todos, junto con el 11 y el 10 podrías morir fácilmente de hambre que por enfermedad. Pase junto el edificio de Justicia custodiado siempre por Agentes de la Paz hasta que llegué a la zona comercial del distrito y también era considerada la más rica del 12. Después de comprar lo que necesitaba y el alcohol de Haymitch llegue a la panadería en donde una chica y un chico de cabello castaño y ojos grises salían de esta con sonrisas iluminadas en sus rostros.

No sabía el por qué, hasta que me di cuenta que llevaban en sus manos pan recién salido del horno, debían de ser de la Veta la zona más pobre del distrito en donde viven la mayoría de los mineros y su familia. Era mi antiguo hogar. La sensación de tristeza desapareció tan rápido de cómo llegó.

Pase junto a ellos ignorando sus curiosas miradas y entrando a la panadería, en donde el señor Mellark y su hijo se encontraban conversando.

-Buenos días Señor Mellark- le dije educadamente.

-Buenos días hija ¿Cómo has estado?- El señor Mellark, junto con el Alcalde Undersee eran las pocas personas que me trataban sin tenerme miedo o asco, aunque el segundo solo era por educación.

-Excelentemente- le respondí sonriendo.

-¿En qué te podemos ayudar?- pregunto el menor de sus hijos, Peeta Mellark, el rubio que va junto con mi hermano a la escuela, prácticamente es su mejor amigo.

- Bueno, quiero galletas y 4 hogazas de pan- le respondí, pero hubo algo que desvió mi mirada de los panaderos, era un bello pastel de flores. No era algo igual a los del Capitolio, que pasaban horas y horas comiendo ese dulce pan que contenía mil sabores y colores, este tenía un glaseado sencillo pero era hermoso.

-¿Quién hizo este pastel?- le pregunté a Peeta quien se sonrojo y vi de reojo como el Sr. Mellark formaba una sonrisa mientras atendía a otros clientes.

- Bue... bueno..- empezó a balbucear, poco a poco su rostro adquiría un color rojo.- yo... yo lo hice.

- Es muy lindo- le dije sinceramente.-¿Qué precio tiene?

- bueno, son...- el se puso rojo nuevamente...- Mi madre dijo que... 20 monedas...no importa...

Fruncí una ceja, extrañada de su reacción. 20 monedas era mucho dinero y era muy difícil conseguirlo, a excepción de algunos y para mi distrito, comprar un pastel era un lujo. Nunca había hablado con los hijos del panadero, pero Peeta era muy amigable.

-Si te parece mucho, puedo rebajar el precio a la mitad.- yo me limite a soltar una pequeña risa.

- No, no te preocupes- le dije – me lo llevare también.

-¿En... estas segura?- me pregunto asombrado. Asentí con la cabeza.

Al momento de pagar me di cuenta que me había gastado todo el dinero en despensa tanto de Haymitch como mía, su alcohol y vendas que compraba con frecuencia.

-Solo completo el pan- le dije al padre de Peeta- no completo el pastel.

-No te preocupes hija, puedes llevártelo y pagármelo cuando puedas-

-Sr. Mellark, no hace falta. Iré a mi casa por el dinero y regresare por el pastel.- estaba a punto de salir cuando Peeta me dijo.

- Si quieres te ayudo con tus cosas- señalo las cosas que me faltaban en el suelo de la panadería.

- no hace falta, me las arreglare- le dije.

- Mi hijo tiene razón Señorita Allen, usted no puede con todas las bolsas y hagamos un trato- miro a Peeta y luego a mí- mi hijo puede ayudarla con sus compras y de paso se lleva el pastel y le da el dinero.

- Esta bien- le dije resignada, no estaba acostumbrada a llevar a personas en mi casa, después de mucho tiempo sola, te acostumbras a ese estilo.

En silencio caminamos juntos hacia casa, no sin antes pasar por el edificio de justicia, en donde el alcalde Undersee hablaba con los chicos que me había topado en la panadería, al parecer les daba algo de dinero a cambio de unos frutos rojos.

El alcalde me hizo señas para que me acercara y al instante chico de mi lado bajo la cabeza y se ocultó entre el pastel.

Los chicos se dieron vuelta y me miraron Peeta me susurro '' te espero por ahí'', señalo la calle que pase un par de horas antes, daba directo a mi casa.

Asentí cuando el ya caminaba a paso apresurado y yo me fui en dirección con el alcalde.

-Alcalde Undersee- lo salude.

- Señorita Allen, un gusto verla otra vez- me dijo cortésmente.

-¿Necesita algo?- le pregunte directamente, mientras los chicos me miraban con curiosidad.

El alcalde sonrió tristemente mientras que de su abrigo sacaba un sobre con el sello del capitolio. Y me lo paso ante los ojos curiosos de los jóvenes.

-¿El presidente Snow?- le pregunte con cautela, el asintió. Se me hizo un nudo en la garganta.

-¿Cuándo llega el tren?- le pregunte recuperando mi habitual tono frio.

-Me avisaron que llegaría mañana por la tarde- el bajo la mirada- Siento mucho que...

Interrumpí al alcalde con una mano y sonreí fríamente.

-No tiene por qué disculparse alcalde- hice una pausa – yo deje de sentirlo desde hace años.

-¿Necesita que le diga algo a su familia?- me pregunto con cierta preocupación, siempre lo hacía cuando el presidente Snow mandaba cartas. Yo reí mientras que el chico y la chica que aún se encontraban ahí me miraban como si estuviera loca. Y negué con la cabeza.

-Nunca se han preocupado por mi alcalde, no necesitan que les de explicaciones de lo que hago con mi vida.- agregue y me di media vuelta- Nos vemos luego.

Con paso firme y decidido me reuní con Peeta y me mostré inexpresiva, aunque por dentro estaba hecha pedazos.

AMELIA | THGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora