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Una vida común, paciente, normal... Bueno eso cree la gente. Intento esconder mis instintos o al menos así era hasta que la conocí, aquella chica con ojos azules casi grisáceos, cabello largo y cuerpo voluptuoso, no sé que pasa que cuando la tengo cerca hace que se me dificulte mantener ocultos algunos secretos. Tiene que ser mía o dejo de ser la directora de este lugar.

Hace menos de un mes que llegué aquí, todo me parecía tan nulo, tan aburrido, tan equis, hasta que entré a la escuela y la vi por primera vez, esa sonrisa me embelesa, esa mirada felina me idiotiza y ni contar de ese cuerpazo que quiero tener entre mis sábanas. ¿El problema? Es mi directora y esa raya no la iré a pasar ¿o si? Mis instintos carnales me lo exigen, aunque la razón me lo impide. Ella va a ser mía.

¿Qué tan complicado puede ser mantener bajo llave algunos secretos? Todo esta bien hasta que la razón y el deseo se enfrentan, hasta que ambas miradas se conectan y los cuerpos se erizan, los instintos carnales a veces son tan difíciles de detener, aunque...

¿Quién querría detenerse ante tal maravilla como ella? He allí el porqué yo caigo tantas veces a sus pies, aunque al día siguiente diga que es "la última vez".


















-Un placer, Michelle Rojas - me presenté estrechando nuestras manos mientras una sonrisa de placer aparecía en mis labios -
- Hera Mitch - me presenté y me estremecí al sentir contacto con su mano, ella me pone nerviosa -

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