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Perú y Bolivia avanzaron decididos hasta estar en el centro de la enorme sala en la casa de Rusia ante la consternada cara del dueño

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Perú y Bolivia avanzaron decididos hasta estar en el centro de la enorme sala en la casa de Rusia ante la consternada cara del dueño. ¿Qué demonios hacían ellos ahí? Sus pensamientos volvieron al pasado para tratar de ver si les debía dinero o algo por el estilo, pero no.

― ¿Qué ha-?

―Silencio, guapo. Aquí nosotros hacemos las preguntas. ―Bolivia se puso de rodillas y fingió examinar el área. Dio una vuelta por el suelo y se arrastró hasta llegar al kazajo y ruso que no dejaban de verlos con confusión.

Perú sacó un cigarrillo de plástico y lo metió a su boca mientras caminaba lentamente hasta sentarse sobre la mesa donde importantes papales reposaban.

Aleksey sólo pudo reír de fondo.

― Dime, Rusia. ―Inició Perú cuando Bolivia apagó las luces de la sala para quedar a oscuras.

― ¿Perú, qué...?

―Silencio. ―Encendió una lámpara en sus ojos y se inclinó en su dirección―. ¿Por qué no amas a América?

La mandíbula de Rusia cayó y Kazajistán volteó a verlo con interés.

Aleksey volvió a sus risas ignorando las miradas que su jefe le daba de vez en cuando. Dios, lo iban a despedir. Volvió a ver la ridícula situación y decidió que no le importaba, eso valía la pena.

― ¿Qué demonios hacen aquí?―Rusia preguntó a sus indeseados invitados.

―El gringo fue a quejarse sobre que está enamorado de ti y...

― Cree―corrigió Bolivia.

― Cree―repitió―... en fin, fue con nosotros porque lo ignoras y está confundido. ―Golpeó la mesa―. ¿Por qué lo ignoras?

Rusia dio un corto salto sobre su silla y Kazajistán rio.

― Creo que tendrás una tarde ocupada, Rusia. ―Dijo al ponerse de pie―. Yo tengo que viajar a Alemania, nos vemos.

Perú y Bolivia lo vieron alejarse y después regresaron su atención al eslavo.

― ¿Realmente le gusto a América?―cuestionó tras varios segundos de silencio.

―Algo así―agitó la lámpara sobre sus ojos―. ¿Por qué lo estás ignorando?

―No lo hago a propósito... ―dudó―... tanto.

― ¿Por qué?―Bolivia lo rodeó.

― Bielo se va a casar, ya lo saben. Estoy ayudando con los preparativos.

― Pues América está creyendo cosas raras. ―Golpeó la lámpara contra la mesa al verla fallar―. ¿Te gusta el gringo?

― ¿Qué clase de pregunta es esa?― se rio nervioso.

―Sólo responde. ―Bolivia se posicionó detrás de él―. ¿Te gusta el gringo?

La habitación se quedó en silencio. De vez en cuando se podían escuchar suaves golpes de Perú contra la linterna y gruñidos de enojo al no poderla encender.

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