Estados Unidos de América tenía dos reglas importantes:
1.- No te metas en escándalos.
2.- No te acerques a Rusia.
Y había roto las dos en menos de una hora.
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Hacía mucho tiempo desde la última vez que USA fue a visitar a París, y por ende, hacía mucho que no probaba sus nuevos diseños. Pero también quería que ella fuera quien lo vistiera para su boda, y la chica estuvo eufórica cuando se enteró, aceptando de inmediato y poniéndose a diseñar y enseñarle decenas trajes que pudiera usar.
Francia y Canadá lo acompañaron en esa ocasión por sugerencia del canadiense, y porque bueno, siempre era interesante ir de compras con alguien más, y afortunadamente el francés tenía un muy buen gusto por la ropa, y jamás se quedaba con las ganas de decir algo. Así que si un atuendo realmente le lucía mal, su padre se lo haría saber de inmediato.
Cada vez faltaba menos para casarse con el ruso y las invitaciones fueron entregadas a todas las representaciones posibles y algunos amigos humanos.
Habían enviado un par de informes a sus respectivos gobiernos, anunciándoles y solicitando el permiso final para casarse. Ninguno se pudo negar.
USA incluso fue citado por Stephen, quien lo obligó a firmar una especie de acuerdo de confidencialidad, donde se detalla punto por punto que nunca revelaría secretos nacionales y asuntos por el estilo; que nunca conspiraría contra el gobierno y siempre pondría su territorio por encima del de su prometido.
Como si no hiciera eso ya.
―¿Qué tal se ve?―preguntó al salir del vestidor con un traje negro.
Rusia y él habían estado de acuerdo con llevar ese color. El blanco se ensuciaba fácil y era lo último que querían que ocurriera en la boda.
La pareja llevaba separada un par de semanas, cada uno en su respectivo territorio arreglando documentos y los trajes que llevarían.
USA estaba preocupado por su novio, pues la última vez que recibió una llamada de él, sonaba realmente triste. El estadounidense logró identificar rápidamente la razón de su tristeza: Bielorrusia.
Supuso que el ruso quería que su hermana estuviera ahí para verlo casarse.
―Creo que el anterior se ve mejor―Francia mordió una de sus inmaculadas uñas. Miró a París―. ¿Podrías traerlo de vuelta?
USA suspiró.
Él no estaba hecho para pasar más de la mitad de su día probándose atuendos. Supuso que si Francia se volviera a casar, él adoraría organizar cada detalle de la boda.
―¿Por qué no te casas con Italia, papá?―preguntó antes de poder morderse la lengua y callarse.
El europeo lo vio desabrocharse los primeros botones del oscuro chaleco y sonrió nostálgico.
―Italie no cree en el matrimonio―suspiró―me habría encantado casarme con él y pasar todo el proceso de organizar una boda de nuevo pero él no quiere.
―¿Tu boda con papá fue linda?―Canadá preguntó.
―Supongo que lo fue, aunque muy apresurada y no me dejaron opinar en nada de como se vería el lugar.
―¿Apresurada?―el menor en la sala cuestionó. Dejó el saco en el lugar indicado.
―Ustedes saben que me casé con Reino Unido por un tratado.
―Sí, pero después se enamoraron―el canadiense dijo.
Francia asintió mientras veía a su segundo hijo recibir el otro traje y entrar al vestidor.
Deseaba con todas sus fuerzas que él sí lograra ser feliz casándose con Rusia.
Él no logró serlo los primeros años de su matrimonio. Fue obligado a casarse y tener descendencia con el británico para garantizar un representante en Acadia. Pocos sabían que Canadá no fue nada deseado, por lo menos por Francia.
Odió quedar embarazado de Reino Unido y pasó la mitad del embarazo envuelto en tristezas y llantos infinitos.
Ellos nunca estaban juntos, pues Francia permanecía en la casa de territorio inglés y su esposo siempre salía a causa del trabajo. Sólo lo vio dos veces antes de dar a luz ya que este siempre hacía viajes al "nuevo mundo".
No fue hasta el nacimiento de su pequeño que realmente comenzó a querer al bebé. Adoraba mimar a Acadia. Lo trataba con el mayor amor posible y pese a que Reino Unido todavía no conocía a su hijo para ese punto, Escocia sirvió mucho de ayuda, estando ahí para el padre primerizo.
Y entonces un día, Reino Unido e Inglaterra volvieron.
Ambos estaban completamente encantados con el risueño bebé y no tardaron en mandar a confeccionar los más finos ropajes para él.
Los esposos empezaron a pasar más tiempo juntos y poco a poco, comenzaron a enamorarse.
De ese nuevo amor, nació Estados Unidos, o Thirteen.
Y Francia nunca entendió el motivo detrás de sus acciones, pero Escocia siempre pareció odiar a su segundo hijo.
USA salió del vestidor con el anterior traje y se encaminó al espejo.
―Creo que tienes razón―dijo―luce mejor este.
―Por supuesto, mon coeur ―Francia se puso de pie―. Todos se te veían hermosos, pero este resalta más tus ojos ―hizo una pausa y le guiñó un ojo―y mira la cintura que te hace. Ah, te envidio mucho.
USA sonrió un poco y pasó las manos por los costados de su cuerpo, delineando su figura.
Miró a París.
―Escojo este.
―¿Seguro?―Francia apoyó las manos sobre sus hombros―que me guste no significa que a ti te tenga que gustar, si no te sientes cómodo con él, busquemos más hasta encontrar uno que te guste.
USA sonrió enternecido.
―Este está bien, papá.
Francia sonrió, sintiéndose nostálgico al ver a su pequeño en ese traje de bodas. Su mente voló a la primera vez que sostuvo al estadounidense en brazos después de su nacimiento.
Quiso llorar.
Él no estaba viendo al adulto Estados Unidos, sino al pequeño Thirteen de siete años mirándolo con esos grandes e inocentes ojos, pidiendo que le contara un cuento para dormir.
―Oh, Ame, has crecido tanto.
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Confesiones con Nahori: ya estoy bien desanimada con esta historia y me cuesta escribirla, jajaja.
⊰Si notan algún error ortográfico, no duden en decirme y lo corregiré cuanto más pronto pueda.⊱
∞ƸӜƷ ¡No olviden que los quiero mucho! ƸӜƷ∞
Gracias por sus lindos comentarios y por votar, pues eso me anima a seguir escribiendo.
