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Gustavo tosió, llamando la atención de ONU y OMS, quienes rápidamente lo voltearon a ver con preocupación

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Gustavo tosió, llamando la atención de ONU y OMS, quienes rápidamente lo voltearon a ver con preocupación. El humano les regaló una sonrisa para tranquilizarlos y entonces se volvió a sentar en la silla.

Llevaban ahí alrededor de dos horas hablando con Stephen y su padre. Este último lucía ciertamente enfermo mientras veía a su hijo menor.

Gustavo lo entendía, porque, aunque constantemente mentían con esto, su madre biológica tuvo síntomas parecidos, al igual que el padre de ella. Sólo que ellos nunca vivieron lo suficiente como para vomitar sangre.

La plática alrededor del pequeño salón siguió su rumbo, ignorando un poco a Gustavo, quien no pudo estar más agradecido.

Pero de nuevo volvió el sentimiento de picazón y se le escapó un pequeño tosido que apenas encubrió con un golpe contra la mesa. Gustavo se sintió mareado al notar un metálico sabor en su boca y unas inminentes ganas de vomitar.

Se levantó rápidamente y corrió hacía el pasillo, chocando con Suiza mientras salía.

La representación abrió la puerta y analizó al humano que se veía muy pálido y algo alarmado.

Dios, hace mucho que no lo veía.

Compartieron una mirada antes de que el pelirrojo lo empujara para poder ir al baño y comenzar a devolver lo que sea que escupió.

Se encerró en el cubículo sin importarle que alguien más entrara y lo escuchara. Apoyó las manos en el retrete, sintiendo el olor de la sangre llenar sus fosas nasales.

Sintió que se doblaba por la mitad cuando otra horrible arcada lo golpeó. Una lágrima de dolor cayó por su mejilla.

Se acomodó sobre el suelo, recargándose en la pared una vez que las arcadas pasaron. Limpió el líquido rojo restante en sus labios, haciendo una mueca al ver sus dedos manchados.

Aferró su mano en la camiseta, apretándola mientras doblaba las rodillas contra su pecho.

¿Por qué él? ¿Por qué tenía que pasarle esto? ¿Por qué simplemente no lo mataba su estúpida enfermedad? ¿Por qué dejarlo sufrir tanto? 

Jodida vida de mierda que le tocó.

Había días en que simplemente ya no quería despertar. A veces se iba a dormir deseando que no hubiera mañana para él, que ojalá muriera mientras dormía. No existía cura para él y no la iba a haber.

No podía estudiar lo que quería. No tenía a quien amaba. Su adorada madre estaba muerta. Su abuelo también. Stephen era lo único que valía la pena en este mundo, pero él nunca lo podría comprender por completo, aun si quisiera hacerlo.

―Gustavo―una voz llamó desde afuera del cubículo.

El pelirrojo guardó silencio sintiéndose palidecer. ¿Ese era Suiza?

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