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Destellos de rayos y relámpagos alumbraban la blanca habitación donde Suiza daba sus consultas

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Destellos de rayos y relámpagos alumbraban la blanca habitación donde Suiza daba sus consultas. El viento golpeaba fuerte contra los árboles y pinos, meciéndolos violentamente de un lado a otro. La lluvia caía de forma estrepitosa contra el suelo pavimentado y las altas ventanas del edificio.

No había luz, pues esta fue cortada cuando un rayo golpeó contra la isla.

Gustavo permanecía en silencio, mirando fijamente a su antiguo amante trabajar bajo la luz de una pequeña lámpara de pilas que todavía funcionaba. Leía y leía, y de vez en cuando tomaba algo de agua.

Esa escena le recordaba los primeros días que estuvieron juntos al conocerse.

De pronto, la representación se puso de pie y caminó hasta una repisa detrás de él, donde reposaban medicamentos e inyecciones. Pareció dudar un poco pero finalmente tomó uno y luego se movió hasta otro estante.

Suiza regresó al escritorio y dejó los pequeños envases uno al lado del otro. Escribió una receta médica y se la entregó.

―Toma una de estas cada ocho horas―señaló un bote rosa―, también vas a tomar dos de estas cada doce horas, y una de estas cada diez horas―dijo señalando los respectivos envases―. Vas a tomarla por ocho días, y espero que funcione para tratarte, si es que no te sientes mejor, necesito que me llames o vuelvas aquí entre el diez y el fin de mes, antes y después no.

―¿Por qué no?―cuestionó con mucha curiosidad.

Siempre pasaba eso, no era novedad. Suiza nunca estaba disponible los primeros días de cada mes. Gustavo nunca preguntó porque no quería verse entrometido, pero esta vez no pudo ocultar más su interés por eso.

―Mi vida no es sólo ser un "doctor"―hizo comillas con los dedos―soy una representación. Mi gobierno me manda el trabajo que debo hacer los primeros días del mes, lo hago y luego vuelvo a la isla.

―Oh―relamió sus labios.

A veces se le olvidaba quien era Suiza y lo importante que en realidad era.

¿Cómo fue que el chico siquiera lo volteó a ver? Además de su cabello rojo, Gustavo no tenía nada llamativo sobre él. Tal vez era el síndrome de chica Wattpad por querer ayudar a personas imposibles de curar.

Suiza le regaló una sonrisa y volvió a su trabajo... o a fingir que trabajaba, porque en realidad no estaba haciendo nada más que ver el tiempo pasar.

 La luz de la lámpara alumbraba los ondulados rizos del cabello de la representación, bañando su rostro con hermosas sombras que lograba acentuar sus facciones y hacerlo lucir mucho más hermoso de lo que ya era.

Y teniéndolo ahí, casi que en bandeja de plata, Gustavo no pudo evitar ir y tomarlo por la cadera para subirlo al escritorio y besarlo.

Suiza soltó un gemido de sorpresa por tan inesperadas acciones, pero no tardó mucho en reaccionar y comenzar a devolver el beso.

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