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Las reuniones volvieron a ser como antes de la boda de Rusia y América: molestas y un tanto agobiantes

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Las reuniones volvieron a ser como antes de la boda de Rusia y América: molestas y un tanto agobiantes. La familia rusa todavía no arreglaba el problema de Freya con los nórdicos, pero por lo que el estadounidense entendía, la próxima semana seguirían con las negociaciones.

Mientras eso ocurría, USA y Rusia seguían en su proyecto para construir su nueva casa.

Los ojos del americano viajaron a la silla vacía de su lado, suspirando al recordar que su hermano no iba a las juntas desde hacía unos meses.

Era extraño, pero Canadá se la pasaba en cualquier lugar menos en su propio país, e incluso había visitado ya en tres ocasiones al matrimonio para tener menos de dos semanas después de su boda. También visitaba mucho a sus abuelos.

Y entonces, como si sus pensamientos lo hubieran llamado, Escocia pateó la puerta de la sala. Entró con el rostro visiblemente molesto, caminó a paso rápido hasta llegar a la enorme mesa circular y subir en ella.

Eso le recordó a USA que debía sugerirle a ONU que cambiara el lugar donde se llevaban a cabo las reuniones.

Escocia pisó los apuntes de Italia (seguramente a propósito) mientras avanzaba hacia una persona en específico. Tenía la palabra muerte tatuada en los ojos y el estadounidense no pudo evitar sentir pena por la persona que lo logró enfadar tanto.

El escocés se detuvo con dos fuertes golpes y zapateó su pie para llamar la atención del hombre que seguía tomando apuntes.

China siguió trabajando, sin inmutarse ni un poco por el escocés que al parecer lo quería golpear.

El asiático bebió algo de agua bajo la atenta mirada del resto de la habitación. Se encogió de hombros y dejó la botella de lado.

―¿En qué le puedo ayudar?―sonrió después de dejar su lapicero de lado para prestarle atención a la otra representación.

Escocia sintió como uno de sus ojos temblaba. ¿Por qué China no parecía preocupado ni un poco? Otros ya estarían rogando perdón, incluso sin saber porqué lo hacían. Si, ese efecto tenía el escocés.

―¡Tú! ¿Qué le hiciste a Canadá?

China levantó una ceja, luciendo muy confundido.

―¿Le ocurrió algo a Canadá?

―¿Cómo eres tan insensible?―pateó la botella y tiró el líquido sobre los apuntes de Japón, quien gritó lleno de frustración.

―No soy insensible―dijo al entender el por qué el europeo estaba ahí―. Le dije a Canadá que no me sentía listo para revelar nuestra relación. 

Hubo una oleada de jadeos. ONU fue hasta su maletín y sacó una pequeña bolsa de palomitas. Volvió a acercarse a donde estaba y comenzó a comer, viendo atento lo que ocurría.

―¿Por qué no?―cruzó los brazos sobre su delgado pecho al mismo tiempo que Inglaterra entraba a la habitación.

El inglés se inclinó sobre sus rodillas y jadeó pesadamente.

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