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Hoy era el gran día

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Hoy era el gran día. Bielorrusia y Noruega se casarían después de salir durante muchos años.

Todos estaban nerviosos y emocionados al mismo nivel, sobre todo los hermanos de la chica. Ella era parte de los mayores en la familia, pero al ser la única mujer, el resto de los chicos gustaban de protegerla y Bielorrusia no se quejaba.

Llevaban preparándose desde que el sol salió. La familia eslava corría de aquí para allá con los trajes y diversos atuendos que usarían en el transcurso del día. Había ruido en exceso en la casa rusa de la isla de las representaciones, e incluso así, Bielorrusia seguía durmiendo.

―No entiendo como puede seguir dormida con tal tranquilidad.―Moldavia dijo mientras veía a su hermana mayor tendida en su cama―. En la mañana fui a ver a Noruega y el pobre estaba al borde del colapso.

Ucrania se encogió de hombros. ―Los nórdicos son raros. ―Sacó un par de peines y le arrojó uno a su hermano―. El otro día vi un video de una chica metiéndose a nadar en un lago congelado.

Moldavia se estremeció. ―Que gente más rara.

Uzbekistán abrió la puerta con lentitud y golpeó su mano contra la pared al notar a los otros dos charlando tranquilamente en lugar de hacer lo que les pidió. ¡No podían hacerle ni un sólo favor!

Arrastró sus pies hasta los menores y los vio con desaprobación.

―Les dije, vayan a despertar a Bielo ¡y sigue dormida! ¡Bielo tarda horas arreglándose!―encendió su celular y les enseñó la hora―. La boda empieza a las seis y ya es medio día.

―Si Noruega la ama, podrá esperar. ―Ucrania cruzó los brazos.

El uzbeko decidió ignorarlos y tomó a su hermana por la cintura para colocarla sobre su hombro y llevársela de ahí.

―¿Irás con alguien a la boda?―Moldavia cuestionó inocentemente.

Ucrania rodó los ojos. ―Ándale, búrlate. ―Pegó el cepillo en su pecho―. Tú estás igual de solo.

Cuando su hermano mayor salió azotando la puerta, el moldavo se quedó en silencio en medio de la habitación, preguntándose que hizo mal.

Decidió no darle más importancia y fue en búsqueda de Rusia que no dejaba de moverse por toda la casa, arrastrando al pobre Alemania para que lo ayudara a arreglarse.

Alemania aún estaba con su pijama puesto y tenía el cabello completamente alborotado. Parecía un personaje de anime. Su rostro mostraba fastidio y parecía que en cualquier momento iba a golpear al mayor.

Moldavia no terminaba de entender como funcionaba esa relación.

―¿Cómo está Bielo?―Rusia preguntó tras detenerse a su lado y comenzar a caminar a la cocina para desayunar.

―Uzbekistán se la llevó. ―Rio.

―Minsk ya llegó―notificó.

Entraron al comedor y los tres se detuvieron al notar a Kazajistán sentado en una silla, tendido sobre la mesa. Su cara mostraba malestar.

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