Estados Unidos de América tenía dos reglas importantes:
1.- No te metas en escándalos.
2.- No te acerques a Rusia.
Y había roto las dos en menos de una hora.
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El clásico sonido de los tintineos de cubiertos y agua corriendo cruzaba la habitación. Las luces de la cocina estaban encendidas alumbrando a dos altas figuras que permanecían lavando platos y cubiertos.
― ¿Qué has hecho últimamente?―China le preguntó a su pareja mientras sostenía el último plato.
Su cita para cenar había terminado y planeaban pasar la noche juntos para aprovechar que llevaban casi tres meses sin verse. Pese a que técnicamente eran vecinos, China siempre estaba ocupado con asuntos políticos y Kazajistán era básicamente la niñera de Rusia, así que tiempo para verse era lo que menos tenían.
― Bueno, he estado viajando a Alemania para visitar a Ale.―Respondió tras secarse las manos―. Terminó con Dinamarca y estuvo algo triste así que empezamos a salir a pasear.
―Oí eso―secó sus manos igual―. ¿Cómo está?
―Creo que mucho mejor―sonrió―tal vez eso de las salidas ayuda.
El asiático asintió.
―Espero esté mejor. ―Se recargó contra el mostrador y miró a su novio.
―Yo igual, la última vez que lo vi triste fue cuando RDA murió. ―Bajó la mirada, el hermano menor de Alemania había sido uno de sus mejores amigos durante su infancia y adolescencia. Incluso asistió a su boda con Canadá y a su divorcio también.
Fue él quien le dijo que los divorcios se debían celebrar con fiestas y mucho alcohol.
―Mejor no recordemos cosas tristes. ―Dijo al notar como su rostro se entristecía.
China tomó la cintura del menor y lo cargó hasta dejarlo sobre la mesa.
― Rusia me hizo una llamada hace unos meses―se rio― ¿te acostaste con Ale?
Kazajistán palmeó su pecho.―No te hagas, bien que sabes que no pasó nada.
El mayor presionó sus labios contra la garganta del rubio. ―Pero me asusté cuando Rusia me llamó.
El hijo de URSS soltó un gemido y China sonrió. Podían seguir esa charla después.
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