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Alemania estaba seguro que si existiera un concurso de personas estúpidas, él quedaría en uno de los primeros lugares

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Alemania estaba seguro que si existiera un concurso de personas estúpidas, él quedaría en uno de los primeros lugares. Quizá ganaría el primer puesto en un concurso de gente sin dignidad, porque después de acceder a ir a ese viaje con Kazajistán y China, dignidad era lo último que tenía.

Estuvo tentado a llamarle a Rusia y contarle todo, pero no estaba seguro de como reaccionaría y le daba cierto miedo que llegara a haber problemas por eso.

Curiosamente y para su sorpresa, ambos asiáticos no actuaban mucho como una pareja. Por lo menos Alemania no se tuvo que morir internamente como había pensado que haría si los veía siendo cariñosos.

Durante todo el viaje se preguntó ¿qué tenía China que él no? ¿Qué tenía el chino que le tanto gustaba a Kazajistán?

Resopló. No podía comparar el tiempo que ellos llevaban conociéndose al que él y el kazajo tenían, pues pese a que literalmente Kazajistán y él se conocían desde bebés, Alemania no conoció mucho al rubio en realidad. El alemán odió mucho al entonces joven kazajo, culpándolo de apoyar a URSS en sus intenciones de separarlo con RDA.

Su infancia a lado de Kazajistán dio muchas vueltas, pasando por una extraña obsesión del rubio con su cabello a Alemania detestando compartir incluso su aire con él.

Luego RFA tuvo que vivir con USA y perdió contacto con la familia eslava hasta después de la muerte de su hermano.

Viéndolo de otra perspectiva y con más madurez encima, Alemania entendió años después que Kazajistán adoraba tanto a su padre como RFA a su hermanito y que siempre estrían de su lado porque los amaban.

Mirando a la pareja, las palabras del menor llegaron a su cabeza. Se extrañó ¿Por qué demonios no supo él del matrimonio de Kazajistán si su hermano si lo hizo? ¿Tanta fue la distancia que se empeñó en poner entre ambos?

― ¿Me estás escuchando?―China chasqueó los dedos delante del rostro del alemán.

Entonces fue que se dio cuenta que el asiático llevaba hablándole desde hacía varios minutos. Su cara mostraba una mueca de curiosidad y pronto soltó un suspiro.

― ¿Quieres ir a caminar?―invitó― Kaz irá con Taiwán a recoger algo para comer.

Los ojos de Alemania se movieron alrededor del enorme patio trasero en casa del taiwanés buscando a Kazajistán. Los árboles se mecieron un poco cuando la puerta de la entrada se azotó, dándoles a entender que los otros dos acababan de salir. El auto arrancó y se volvieron a quedar en silencio.

Taiwán vivía a las orillas de Taipéi, ya que según el chico, las multitudes le desagradaban demasiado. Era un lugar tranquilo con apenas diez casas alrededor y por las noches, como el alemán aprendió, los ruidos de los animales nocturnos inundaban la vivienda.

Alemania adoraba esa clase de ambiente.

―Claro. ―Sonrió.

¿Por qué China tenía que ser tan agradable? ¿Por qué no podía ser un tipo malhumorado y grosero que fuese fácil de odiar?

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