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Gustavo vio sus manos manchadas de rojo mientras se apoyaba sobre la taza del baño

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Gustavo vio sus manos manchadas de rojo mientras se apoyaba sobre la taza del baño. No, ahora no. Por favor, no. Ahora era el peor momento para estarse muriendo. Él tuvo cierta parte de la culpa, lo sabía. Debió decirle a Suiza que en realidad sus medicamentos no le servían, pero lo que en un inicio comenzó como orgullo, se convirtió en una incapacidad para contarle la verdad.

Él pensó en decirle a su pareja lo que estaba sucediendo, pero eso sólo lo alteraría y cualquier fuerte emoción... Sacudió la cabeza.

Con esa ya iban siete veces que vomitaba sangre en la semana. No sabía como le había hecho para ocultárselo a su pareja. Supuso que la necesidad de cuidar al mayor se volvió más fuerte después de darse cuenta de eso.

Rezaba por estar vivo el tiempo suficiente como para poder conocerlo.

Berlín finalmente tomó una decisión

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Berlín finalmente tomó una decisión. La había pensado durante noches enteras, largas tardes sentado frente a la ventana tomando una taza de té y mañanas heladas. Pero logró decidir visitar a Copenhague y Dinamarca y contarles que Einarr también era su hijo.

Se hizo a la mentalidad de que quizá no lo iban a querer cerca de ellos y le ordenaría alejarse. También estaba seguro que Copenhague estaría muy enojado.

Llegó a la casa danesa y tocó el timbre.

Hubo un largo silencio antes de que se escuchara una voz y pasos dentro que lo hicieron temblar de anticipación. La puerta se abrió, revelando a un muy desaliñado Dinamarca que lo vio con sorpresa.

―¿Berlín? ¿qué sucede?

―¿Quería ver si podría hablar con Cop.

―¿Copenhague?―relamió sus labios y quitó una pluma de su cabello―entra, hace frío afuera. Le hablaré.

―Gracias.

El alemán entró a la sala principal tras dejar su abrigo colgado en el perchero y dio un par de pasos antes de notar la presencia del danés menor bajando las escaleras. ¿Tan rápido lo fue a ver?

―Cop.

―Berlín―se detuvo al llegar a su lado―¿qué sucede?

Berlín pasó saliva, vio de lado a lado sintiendo como sus manos empezaban a sudar. Su lengua de pronto se sintió pesada y no supo que decir. Abrió y cerró la boca cuando las palabras no salieron.

Demonios.

―Te traeré algo para beber―dijo el danés al verlo tan angustiado―¿por qué no subes a la oficina?

Sin poder emitir algún sonido más, el más bajo asintió y fue a donde se le indicó.

Subió con pasos cortos y lentos, casi como si realmente no quisiera llegar. Pero al final lo hizo y no tuvo otra opción más que cruzar el largo pasillo.

Mientras caminaba mirando las puertas, Berlín no pudo evitar preguntarse sobre el paradero de Einarr. China dijo que siempre estaba llorando, así que pensó que podría escucharlo o algo así.

Finalmente llegó a la puerta, Copenhague detrás de él con dos tazas de café que le hizo preguntarse cuánto tiempo en realidad tardó en subir.

El danés abrió la puerta con una ligera patada y lo invitó a entrar.

Cada quien se sentó en un pequeño sillón a las orillas de la oficina, quedando frente a frente.

―¿Y a qué debo tu honorable visita?―dio un sorbo a su café.

Berlín relamió sus labios, saboreando el bálsamo labial de mango que se colocó para protegerlos del frío.

―Yo...

―¿Vienes a contarme que Einarr es nuestro bebé?―dijo antes de dar otro trago a su bebida caliente.

―¿Qué?―su mano tembló y algo de café cayó en el piso.

―Sí, bueno―empezó con su tranquila voz―no tengo una mala memoria y al parecer tú sí.

Cuando su ex pareja no dijo nada, el danés bajó la taza de café para dejarla sobre la mesita y cruzó las piernas.

―Soy cien años mayor que tú―recordó―y te pareces mucho a Einarr cuando eras bebé.

―Eso no-

―No lo has visto en meses―se jactó―no puedes decir si te parece a ti o no. Además, tengo retratos tuyos para compararlos.

Berlín también dejó su bebida de lado al verse así de expuesto.

―Lo siento.

Eso era lo único que podía decir en realidad.

―¿Lo sientes?―encaró una ceja.

―¿Por qué no pareces enojado?―cuestionó el alemán al verlo tan tranquilo―creí que estarías-

―Lo estoy―interrumpió, y sólo entonces Berlín fue capaz de identificar el ligero rastro de irá en los ojos del mayor―pero me trato de controlar porque si grito o hago algo, Einarr se va a despertar―se inclinó sobre sus rodillas para ver al menor más cerca―y odiaría que el primer recuerdo de ambos, juntos, sea peleando.

―Cop, no sabes cuanto lo siento.

―¿Si?―volvió a recargarse en el sillón―no me interesa. Mi hijo te extraña.

―Cop...

―¿Tú crees que no lo sabía?―el danés cuestionó sin verlo―no soy estúpido, min evige kærlighed.

Oh, ¿por qué le dolió ser llamado así? Copenhague solía apodarlo de esa forma cuando eran novios.

―Era algo obvio, supongo, Liebe meines Lebens.

Por un segundo vio un ligero dolor en el rostro del mayor y supo que ese apodo también logró afectarlo.

―Sabes que tengo que decirle a Dinamarca, ¿verdad?

―Si.

―Y que él va a decirle a Alemania.

Berlín asintió.

―Bien. 

⊰Si notan algún error ortográfico, no duden en decirme y lo corregiré cuanto más pronto pueda

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⊰Si notan algún error ortográfico, no duden en decirme y lo corregiré cuanto más pronto pueda.⊱

∞ƸӜƷ ¡No olviden que los quiero mucho! ƸӜƷ∞ ☃

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