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― Te dije que las alturas no eran para mí

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― Te dije que las alturas no eran para mí. ―Alemania dijo mientras era sostenido por Kazajistán al bajar de aquel juego mecánico. Las piernas le temblaban como si hubiese hecho ejercicio por horas y estaba a nada de vomitar―. Te juro que estoy oyendo colores.

Su cabeza le daba vueltas y veía borroso todo a su alrededor. El ruido de la multitud hacia doler sus oídos y el repentino olor de tanta comida lo golpeó de repente, haciéndolo tener que recargarse sobre un barandal de seguridad.

Niños corrían en todas las direcciones con sus padres tratando de alcanzarlos. Los bebés lloraban y los jóvenes reían. Gritos, gritos y más gritos. La música sonaba fuerte y clara y Alemania adoraba la música, pero no cuando esta se sobreponía una sobre otra.

Se sentó en una banca con ayuda de su acompañante y se quitó los lentes para poder tallar sus ojos y sobar su sien. Trató de inhalar y exhalar y deshacerse de esa incomoda sensación dejada por el juego y colocó ambas manos en su regazo.

― ¿Te sientes mejor?―le preguntó el asiático. Estiró al alemán una botella de agua que mandó a Almatý a comprar al verlo tan mal. Quizá era cierto eso de que no le gustaban los juegos mecánicos.

― Dame un momento.―Pidió.

El juego comenzó a andar detrás de ellos de nuevo mientras Alemania bebía el agua. Almatý y Minsk se habían ido a pasear por ahí, la pobre bielorrusa cargando todas las golosinas compradas.

― ¿Por qué Minsk nunca está con Bielorrusia?―preguntó el mayor entre profundas respiraciones―. Casi siempre está contigo y Almatý.

―A Bielo la ayuda Oslo porque siempre está con Noruega y le da tiempo libre a Minsk.―Apoyó al mayor contra su cuerpo y lo ayudó a levantarse―. ¿Crees poder andar bien?

―Sí, sí. ―Sacó el aire que estuvo reteniendo y dio algunos pasos―. Podemos seguir.

― Si realmente te sientes mal mejor sólo paseemos.―Sugirió el rubio.

― Estoy bien ―sintió una arcada y se dobló sobre sus rodillas―.Olvídalo, mejor paseemos.

Durante minutos buscaron a las chicas que se suponía los acompañaban. Le dieron vuelta al lugar en tres ocasiones y siguieron sin encontrarlas ¿y si se habían ido? ¿O las secuestraron? O...

― ¡Mira! ¡Ahí están!―Alemania señaló una montaña rusa.

Kazajistán soltó un suspiro aliviado y decidió sentarse frente al juego a esperar a que ellas bajaran. Siempre era lo mismo cada que iba con Almatý a un parque de diversiones. Era como una niña en un... bueno, sí, un parque de diversiones.

Antes sólo eran ellos dos, pero después Minsk se les unió. Eran un trio curioso.

― ¿Por qué siempre ellas dos están juntas?―Alemania sonrió sin quitarles la vista de encima.

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