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Wine & Tears

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Wine & Tears

Estados Unidos de América tenía dos reglas importantes:

1.- No te metas en escándalos.

2.- No te acerques a Rusia.

Y había roto las dos en menos de una hora.

Culpaba de sus desgracias a México y Ucrania, quienes siempre encontraban la forma de juntarse pese a que incluso sus presidentes les pidieron no hacerlo. Aunque "pedir" no fue exactamente la cosa que hicieron.

No hacían cosas realmente malas, pero cada uno era el respectivo virus feliz de su continente, y juntos, hacían correr lleno de miedo hasta al propio DEA.

La última vez que se juntaron, Alemania terminó sin gafas y con el cabello verde; Dinamarca con la cara azul y la sala de juntas con un olor nauseabundo. Por lo menos esa vez fueron capaces de disculparse y admitir sus errores. Pero al parecer no tuvieron suficiente.

Sujetó una copa de vino tinto entre los dedos y la revolvió un poco antes de dar un sorbo. Sus ojos se movían hacia todos lados, evaluando la decoración del salón.

Deslizó la lengua por la punta de la copa y luego la dejó en la mesa detrás de él.

Se enfocó en una asombrosa torre de copas llenas de vino. ¿Cuánto tiempo les debió haber tomado hacerla? Era inmensa y hermosa. Probablemente media cerca de dos metros.

¿Qué se suponía que quería México? ¿Se le iba a declarar? Brasil los golpearía si eso llegara a suceder, dudaba que el brasileño quisiera echar a perder su relación de años con el hispano.

La esquina de su boca se dobló hacia arriba, tratando de contener una sonrisa al imaginar al novio de México peleando con él.

Su pie golpeteó contra el suelo tantas veces que creyó que haría un hoyo debajo.

Decidiendo que no quería esperar más, USA se dio la vuelta justo en el momento en que Ucrania llegó a su lado, sosteniendo a Rusia con una mano. Intercambiaron una corta mirada antes de desviar la cabeza al lado contrario.

México apareció a su izquierda y jaló al ucraniano con él, gritando a la distancia:

— ¡No se muevan de ahí, ahora volvemos!

Su ojo se crispó y apretó sus manos contra el saco blanco, dejando unas cuantas arrugas.

Dio una corta mirada al ruso a su lado. Lucía bien, no le quitaría ese hecho, aunque eso no significaba que tuviese menos ganas de envolver sus manos en su lindo cuello y apretarlo hasta que ya no respirara.

En fin, metas.

Sus manos se sacudieron con vehemencia. Descansó su cuerpo en la pierna izquierda y volvió a tomar la copa.

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