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No planeó que fuera así, de hecho Portugal estuvo toda la semana tratando de evitar a España y Reino Unido y cualquier cosa que tuviera que ver con ellos, eso incluyó cancelar su cena con México, Brasil y el resto de sus hijos

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No planeó que fuera así, de hecho Portugal estuvo toda la semana tratando de evitar a España y Reino Unido y cualquier cosa que tuviera que ver con ellos, eso incluyó cancelar su cena con México, Brasil y el resto de sus hijos.

Se sintió mal por eso, pero debía hacerlo. Aún no estaba preparado para enfrentar a la pareja.

Estuvo preparando el discurso que les daría, sólo que en ese, no les daba respuesta alguna, y más bien, evitaba por completo tocar ese tema.

No se sentía preparado para tomar una decisión así de importante.

Todo podría salir aterradoramente mal si aceptaba. Su amistad, aunque ya deteriorada, se podría terminar de romper, sobre todo con España. No quería eso. Siglos siendo amigos no debían acabar de una manera tan... ridícula.

Así que tomó la peor decisión de su vida y decidió visitar el consultorio de Perú y Bolivia. Un poco contradictorio, teniendo en cuenta que no quería nada que ver con el español, pero estaba francamente desesperado.

Se sentía traicionado por sus propios amigos al dejarlo al cuidado del británico y el español y mientras su enojo pasaba y Turquía y Grecia regresaban de su cuarta luna de miel -como le decían-, tuvo que recurrir a eso.

Sentado en el pasillo mientras esperaba que lo recibieran, el ibérico comenzó a sentirse ansioso y con ganas de irse. ¿En qué pensó cuándo agendó una cita con ellos? Era claramente ridículo.

Se puso de pie para irse, pero justo en ese instante, una mano algo bronceada lo jaló hacia adentro de la oficina.

Lo sentaron en una silla giratoria antes de que Bolivia tomara lugar a un lado de Perú. Ambos le sonrieron, causándole un escalofrío.

―Así que... cuéntanos, ¿qué necesitas?

Portugal pasó saliva.

―¿Tienen vino o algo así?―necesitaba una bebida alcohólica para soltarse un poco y contar lo que sucedía.

―¿Pero qué te pasa?―Perú apoyó una mano en su pecho―somos una organización sería, y por ende no-

―Sólo tenemos tequila y mezcal que México nos regaló hace un tiempo―Bolivia interrumpió. Abrió un compartimento en un mueble y sacó dos botellas y varios pequeños vasitos―. ¿Qué quieres?

―Tequila―se deslizó un poco en la silla.

Bolivia corrió hasta el escritorio y dejó tres vasos. Sirvió uno para Portugal, otro para él y el último para Perú, que sólo pudo verlo con un intenso odio en los ojos.

―¿Quieres dejar de hacerme quedar mal con nuestros clientes?―habló entre dientes bajo la atenta mirada del portugués que bebía con ímpetu el tequila y observaba todo con gran interés.

―¿De qué hablas?―señaló el vaso de Perú―. ¿No lo vas a tomar, verdad?

Al ver el estoico rostro del peruano, Bolivia bebió la suya también antes de girarse a Portugal.

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