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No pudo estar afuera mucho tiempo porque su padre llegó de imprevisto y pensó que sería grosero no tener a nadie para estar con él

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No pudo estar afuera mucho tiempo porque su padre llegó de imprevisto y pensó que sería grosero no tener a nadie para estar con él. Pero nada más su progenitor tomó asiento y comenzó a platicar de algo con Escocia e Inglaterra, encontró el momento perfecto para escapar.

No sabía porque hablaban de Portugal y no le importaba.

Cerró la puerta de su oficina con un fuerte y se dejó caer en su silla giratoria con un suspiro desganado.

Iba a tener un bebé. Las manos de USA se juntaron protectoramente sobre su vientre.

¿Qué iba a hacer?

Una guerra se veía a la vuelta de la esquina. Su esposo era uno de los principales implicados e iban a tener un hijo.

Tenía que decirle, pero si lo hacía, cabía la posibilidad de que el ruso estuviese más atento en él que en negociar con los nórdicos. Y eso podía llevarlos a una verdadera guerra. Si eso ocurría, su hijo nunca estaría seguro.

Involuntariamente pensó en Suiza, quien sólo observaba todo sin participar directamente. Por primera vez en su vida tuvo envidia de él. Suiza no tendría que preocuparse por entrar a una guerra pese a que su hermano estaba muerto.

¿Y si dejaba a su bebé con él cuando naciera? Confiaba en Suiza y si el niño estaba bajo protectorado del suizo nadie lo tocaría, pero ¿cuánto tiempo pasaría antes de poder reencontrarse con su bebé?

¿Y si abortaba?

Seria a escondidas y nadie debía enterarse. Suiza y OMS podían ayudarlo.

Aún no se notaba el embarazo, pero no faltaba mucho para que una pequeña pancita se hiciera presente según los resultados del examen y Rusia sería el primero en darse cuenta.

Enredó sus dedos entre su rubia cabellera y dejó caer la cabeza sobre su escritorio mientras las lágrimas se juntaban en sus ojos sin que pudiera hacer nada.

—Tranquilo, niño—dijo alguien entrando—. Todo va a estar bien.

USA levantó la cabeza por cortesía sólo para darse cuenta que era el escoces.

Genial. Lo que menos necesitaba. El loco estaba ahí.

Escocia se sentó delante de él y entrelazó las manos sobre su pecho. Soltó un suspiro antes de comenzar.

—Mira, sé que no tenemos la mejor relación, no me caían nada bien para ser sinceros...

USA encaró una ceja. No era la mejor manera de consolar a alguien.

El más bajo sonrió.

— No me odies tanto, aunque lo merezco—le guiñó un ojo y luego se puso serio—. No es tu culpa lo que sucedió, pero eres el constante recuerdo de que mi primer amor me rechazó por casarse con tu padre.

El rubio frunció el ceño.

—Yo no quería que Francia y Reino Unido se casaran—cerró los ojos con fuerza—. El acuerdo matrimonial entre ellos era casarse y tener un hijo— sus manos juguetearon con los botones del sacó y dejó de hablar.

—¿Y...?

El mayor suspiró.

—Francia era el amor de mi vida—admitió.

USA separó los labios en una perfecta O.

—Cuando nació Canadá yo estaba muy feliz. Era una versión mini de Francia y yo adoraba al niño con mi vida. Lo quiero y lo quise como si fuera mi hijo—esquivó la inquisidora mirada del estadounidense—. Pero un día Francia me dijo que estaba enamorado de tu padre. Que ambos se amaban y que estaba embarazado de nuevo... —hizo una pausa—... de ti.

América no entendía, ¿por qué le estaba contando eso?

Se encogió de hombros mentalmente. Por lo menos lo distraía.

—Rompió mi corazón e hizo que te odiara, aún si no habías nacido. Cuando llegaste al mundo, ese odio creció más al ver lo idéntico que eras a Reino Unido —miró el suelo—. Eres el vivo recuerdo de la vez que tu padre rompió mis ilusiones y sueños a su lado. Te odié por eso. Te traté mal en tu infancia por esa estúpida razón y lo lamento.

—¿Por qué me estás diciendo esto? — USA cuestionó tras un rato en silencio.

—Porque vas a ser padre—señaló su vientre y sonrió—. No preguntes como lo sé. Lo sé. Eres un mocoso irritante y egocéntrico que me fastidia demasiado, —suspiró— pero daría mi vida por ti y tu hijo si fuese necesario.

—Yo...

—No va a haber guerra—se levantó del asiento—. Debes estar tranquilo.

—No eres el padre de Reino Unido, ¿verdad? —preguntó al ver que se ponía de pie—. No le veo mucho sentido a que comprometieras a tu hijo con alguien a quien amas.

—Una vez dijiste que no estaba muy cuerdo—mordió su labio inferior—necesitas hablar con Rusia de esto.

—¿Pero lo eres o no?—insistió.

Escocia sonrió.

—¿Tú qué crees?

Hubo un corto silencio.

—Ahora...—se aclaró la garganta—...debo ir a recuperar a cierto portugués que cree que es un estorbo en cierta relación.

—¿Qué?

—Tú padre después de Francia fue un desastre en el amor. Arruinó su relación con Portugal y España.

USA lo miró con confusión.

Escocia rio y luego salió de ahí, confundiéndolo más cuando Reino Unido entró medio minuto después con varios papeles en la mano.

—¡Adiós, papá!

—Cállate, maldita sea. Arruinas el suspenso.

—Tú...—lo señaló con el dedo, pero luego lo bajó. Escocia y sus juegos.

Una duda lo asaltó cuando miró al británico.

—¿Estás saliendo con Portugal y España?

El mayor corrió. 

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