Capítulo 30

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-¡Marco! ¡Marco! —Lo llamó varias veces y el resultado siempre fue el mismo, silencio – ¡espero que no sea unas de tus bromas! —ya estaba un poco nerviosa por la falta de respuesta de su parte y si lo mató. Sacudió su cabeza para sacarse esa idea absurda, primero tenía que salir del baño. Miro hacia arriba y cogió la manta que estaba colgada ahí, para tapar su desnudes y así poder salir.

Abrió la puerta lentamente como si esperara una represaría de su parte, pero no vio nada que delatara su presencia, camino unos pasos y lo vio --¡oh mi Dios! ¡Marco! —se apretó más el amarre de la manta y con su pie toco su pecho, esperando alguna reacción de su parte, pero no tuvo ninguna, seguía tirado en el suelo y con un leve enrojecimiento en su frente, sabía que ese fue el impacto del jabón que ella le lanzo. Se agacho he inclinó su cuerpo para estirar su mano y ponerla debajo de su nariz ¡respira! Un alivio entró en todo su cuerpo, solo estaba inconsciente. Corrió hasta la casa para tomar la segunda manta que tenía y colocársela encima, sabía que ella no podía traspórtalo dentro de la casa

-Así no tendrás frio mientras despiertas —le dijo a un Marco inconsciente, tenía un poco de remordimiento por la situación, pero la culpa fue toda de él como se atrevió a montarse allá arriba y mirarla mientras se estaba bañando.

-Lo mejor es que me apresure a cambiarme –lo dijo al viento mientras camina una vez más a la casa para cambiarse.

Marco le costó un poco en enfocar su vista, podía sentir su cabeza palpitar por el dolor, pero no recordar daba ¿Por qué estaba acostado? Llevo su mano al pecho donde se topó con ¿una manta? Espabilo un poco más rápido para enfocar su pensamiento y luego todos sus recuerdos volvieron a su mente, como un chorro de agua, recordó a Isabel gritar.

Luego el salió corriendo dejando toda la leña que había conseguido y vio a una Diosa pelirroja bañándose, no podría pensar que esa mujer fuera Isabel, era imposible, se sentó con la mata en la mano tocando su cabeza palpitante donde el recuerdo de un golpe lo detuvo –¡Aush! –espero que no se vuelva un chichón pensó.

Se puso de pie lentamente, esta manta solo significa que fue puesta por Isabel. Ya está oscureciendo, mejor se devolvía por la leña antes que oscureciera en su totalidad.

Ya de regreso en la casa con la madera en sus manos, le sorprendió la quietud de esta -¡Isabel! –gritó.

-¡Estoy en la cocina! —escuchó en respuesta, no sabía si aún estaba aturdido por la caída, pero no entro por la parte de atrás de la casa si no por el frente, complicando más su llegada ya que tenía las manos ocupadas. La casa estaba en total oscuridad, pero sabía que no había comprado velas e intuía que Isabel no sabía prender fuego. Tiro la madera al lado de la chimenea y camino hacia la cocina.

Isabel nunca se había alegrado tanto de escuchar la voz de Marco, ya había recuperado el conocimiento, estaba a punto de salir a buscarlo cuando él la llamo, no entendía ¿Por qué entro por la puerta principal? Teniendo en cuenta que era más fácil y cerca entrar por la puerta de la cocina, ella estaba sentada esperándolo ya que la casa estaba quedando en oscura y tenía un poco de miedo, al menos en la cocina aún seguía un poco iluminada por la poca luz que quedaba del día.

-¿Isabel? —Marco se sorprendió de la mujer que tenía al frente, cerró los ojos por un momento antes de volverlo abrir por si era una ilusión por su golpe — ¿eres Isabel? —preguntó algo confundido.

-¡Claro que soy Isabel! —la escuchó decir, el miro sus ojos y si, en efecto esa mujer hermosa era Isabel tenia aquellos hermosos ojos verdes, sabía que su ropa no era nada del otro mundo, llevaba una falda que tenía una apertura adelante mastranto en el fondo un color blanco haciendo un contraste con el gris que lo cubría y una camisa blanca de mangas largas con pequeños volantes al frente, pero sabía que lo que llamó su atención fue su cabello, era de un rojo intenso con grandes ondas que le caiga hasta la cintura.

-Por un momento pensé que tenías canas en el cabello –a Isabel le sorprendió esa acusación por parte de Marco —te dije que tenía 21 años, como una persona de esa edad podía tener todo su cabello completamente blanco -vio como él se encogía de hombro —las mujeres mienten de su edad, no me hubiera sorprendido si tú lo hicieras –llevo una mano a su pecho -¡yo no soy mentirosa! ¡Grosero! —volteo su rostro para no verlo.

-Y eres pelirroja —de reojo lo miro, pero prefiero guardar silencio –y por lo que vi naturalmente —eso se ganó una exclamación de su parte. Volteando todo su cuerpo para verlo mejor, y por la mirada que él le dio a su cuerpo no tuvo duda a lo que él se refería, miro al frente donde estaba la mesa y la cesta de comida que le dio Abigail, así que busco que lanzarle y una manzana fue la elegida, lo alzo para tirárselo -¡Isabel baja eso! —lo escuchó decir con sus manos al frente.

-¡Eres un grosero! ¿Cómo puedes decir eso? —podía sentir como su mejillas le ardían, no sabía si era por la rabia o por la vergüenza de que el la haya visto desnuda —Hablemos como personas civilizadas Isabel, mira lo que me hiciste la última vez ¡casi me matas!

-¡No tenías que verme¡ -le gritó.

-Mi intención no fue espiarte, escuché tus gritos y fui a ver qué pasaba, no me abriste la puerta y pensé que algo te había pasado —ella poco a poco bajo su mano –y vaya la sorpresa que encontré —esta vez no espero y se la lanzo solo que estaba vez él la esquivo -¡Isabel! —la regañó.

-No aceptaré faltas de respeto de ti hacia mi Marco –lo vio mover sus manos en señal de paz.

-Está bien, está bien, solo quería bromear contigo y aligerar el ambiente.

-Sabes que ese tipo de bromas, no me causan ninguna gracia —lo vio asentir –comprendo, pero dime ¿Por qué gritaste así? ¿Qué paso? —lo vio sentarse en la silla que tenía al frente y poner su mano en su cabeza, de repente la culpa la atacó no se veía nada bien -¿tu estas bien? —preguntó.

-Sí, solo tengo un fuerte dolor de cabeza, pero olvida lo mío dime ¿Qué paso? —bajó su mirada por la pena de admitir que todo este escándalo lo causo una pequeña araña.         

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