Camino hasta el porche de la casa, donde con su pie toco una tabla del suelo que no estaba puesta correctamente, se inclinó para destaparla y dentro de esta había escondido las cartas tomadas del baúl de Isabel. Ya con las cartas en las manos dio una última mirada hacia la puerta y vio que todo seguía igual. Hoy había luna llena así que los páramos estaban iluminados ayudando que pudiera leer sin utilizar las velas. Miró y vio que todas fueron enviadas casi que el mismo año, pero en diferente fecha, escogió la más antigua esta era de 1848.
5 de octubre, 1860
Para Isabel Thompson
El día hoy cuando te vi partir sentí, que te llevabas una parte de mi ser contigo amada mía, como fiel a mis palabras, cada día de tu partida escribo una carta donde queda plasmado mi amor y devoción hacia a ti, decir que no tengo miedo es mentirme, temo, que te enamores y me olvides, y que el deslumbrante Londres ciegue tus ojos y decidas quedarte, pero confió en tus palabras y esperaré con ansías tu regreso.
Siempre tuyo Daniel Crowel
Marco termino de leer aquella carta y le sorprendió —no le duró la devoción –dijo entre dientes, miro otra carta.
23 de marzo, 1861
Para Isabel Thompson
Hoy mi corazón se alegró al ver una carta tuya, sintió la fiebre de emoción, de un niño al recibir su regalo, pero solo es un hombre sediento por leer las palabras de amor de su amada, me preguntaste si te había dejado de amar, ¡oh! no, querida no existe otra mujer que ocupe tu lugar —Marco hizo una pausa en su lectora para esta época ya había llegado a Montana y había conocido a Madison, siguió con la lectura– ni existirá, sueño despierto con tu llegada, con el momento que te lleve al altar y entre Dios y las personas más a llegadas prometerte mi amor eterno hacia a ti como lo soñábamos, no olvides que en Montana hay un hombre que te adora y te ama, quisiera extender mis carta y decirte lo tan grande que mi amor es, pero no hay árbol en el planeta que alcance para elaborar el papel donde quede escrito mi sentimiento hacia ti.
Siempre tuyo Daniel Crowel
-No puedo negar que este hombre tiene el don para escribir –pensó, pero no podía negar que tenía una forma diferente en tratar a Isabel, no se imaginaba a él escribiendo una carta de ese estilo, el hablaría sobre los estragos que hace sus besos en su cuerpo, como su ser pide agrito una mirada, una caricia, como cada día después que sale a trabajar cuenta las horas para estar de regreso con ella. Suspiró, leer las cartas no fue una gran idea al contrario le recordó que nunca sería un hombre digno para ella.
Pero era egoísta porque no pretendía dejarla, esa mujer se estaba metiendo en su piel y en su corazón más que cualquiera. Guardó nuevamente las cartas, si este hombre alguna vez amo a Isabel tiene que escuchar sus palabras y alejarse de ella y no permitir que Madison la insultara.
-¡Marco! –escuchó su nombre desde el interior de la casa miro que la tabla estuviera en su posición antes de ponerse de pie -¿Qué haces aquí?—cuando camino hasta la puerta vio a Isabel con las sabanas en vuelta en su cuerpo —no podía dormir así que quise mirar la luna —abrió su brazos en una invitación silenciosa, ella camino y se dejó abrazar de él, le gustaba estos pequeño gesto, se pregunta si ella era consiente de como su relación cambio de ser dos desconocidos viviendo juntos, a convertirse en algo mas –estas frio –la escuchó decir mientras lo abraza.
-La noche esta fría -le contestó
-¿fría? Esta es helada ¿Por qué no me despertaste si no tenías sueño? –lo miró a los ojos.
-No quería molestarte.
-Desde cuando eso te importa –él sonrió y beso su cabeza -¡pero que descarada te has vuelto! —Exclamó en broma –desde que me casé con un vaquero –fue jalado por ella hasta su habitación —duerme, mañana tienes que trabajar no quiero que estés casando.
-Sí, mamá –dijo para molestarla, pero le hizo caso mañana iba ser un día largo y necesitaba toda la energía.
A la mañana siguiente espero a Abigail, antes de irse al trabajo. Estando de camino al trabajo se encontró Noah —y ¿arreglaste las cosas con tu esposa? —le preguntó, a lo que asintió.
-Hoy también llega mercancía al patrón, tenemos que recogerla y llevarlas —dijo Noah -amigo mío, ¿me estas escuchando? –Marco miró a Noah, lo cierto es que tenía su mente un poco dispersa —lo siento amigo, tengo que hablar con Daniel Crowel, no puedo permitir que su esposa cada vez que quiera venga a insultar a Isabel, no puedo enfrentarme a ella ya que no se de lo que soy capaz, pero entre hombres nos podemos entender—le explicó.
-Así que aprovechara nuestra estadía en el pueblo para hablarle —el volvió asentir – no eres un hombre diplomático Marco, para ti arreglar las cosas va incluido tus puños —eso era cierto, pero por Isabel aguantaría hasta cierto punto —trataré de contenerme, además solo hablaré, ¿qué malo puede pasar? —miró el rostro de Noah y este no mostraba que estuviera convencido.
Sabía que él era hijo del dueño del banco del pueblo, así que estaba pendiente por si lo veía pasar, pero las horas pasaban y no había rastro de Daniel -¡listo! Con esto terminamos —dijo Noah refiriéndose a su trabajo, pero cuando estaba por darse por vencido he irse vio a Crowel –dame un momento —se bajó de la carreta y camino hasta Crowel.
-¡Crowel! —lo llamó, este hizo una parada antes de mirarlo de bajo de su hombro –¿quién te dio permiso de dirigirte a mí? –Tomó una respiración –no soy un esclavo Crowel, no necesito el permiso de nadie para hablarte.
-¿Qué quieres? —lo cortó —soy un hombre ocupado —apretó sus puños, como deseaba darle un puño en esa cara de niño bueno que tenía —quiero pedirte que alejes a Madison de Isabel –vio como le sorprendió su petición –no crees que ese problema es de Isabel con Madison –le dijo en un tono altivo —por si lo olvidaste Isabel es mi esposa y sus problemas son los míos —vio como hizo un gesto de aburrimiento con sus ojos cuando terminó de hablar –desde cuando eres un blando Miller, también me vas decir el amor tan profundo que le tienes —le dio una sonrisa —yo no soy de hablar ni de escribir cartas falsas de amor, yo prefiero los hechos —vio cómo su aspecto de burla se borró para míralo con ira, parece que el niño entendió.
-Mira Crowel, no vine para discutir contigo, solo te pido que tu esposa se aleje de la mía si no quieres problemas a futuros, no permitiré que le hagan daño –no espero respuesta cuando dio media vuelta pero su palabras lo detuvo –¡a mí un vaquero rastrero no me da órdenes de cómo debo tratar a mi esposa! además Madison solo dice la verdad hasta yo estoy de acuerdo que solo las putas se besan con el primer hombre que le -todo su cuerpo giro y con el puño cerrado impacto en la cara de Crowel -¡vamos el que insulta la esposa de un hombre! ¡Tiene que aguantar! —Su puño lo tumbo al suelo, pero él no le satisfacía así que lo levanto por sus hombros -¡vamos! ¡De hombre a hombre! Enfréntate –Crowel tenía la mano en su nariz en sangrentada mientras se tambaleaba, pero luego sus ojos se llenaron de ira y lo envistió con su cuerpo, él lo sostuvo mientras con su rodilla le daba golpe en su estómago.
Isabel había sentido a Marco un poco raro en la mañana, pero lo había dejado pasar, sabía que no todos los días se podía levantar con un buen ánimo, pero tenía un mal presentimiento, el toque de su puerta le sorprendió, mira Abigail y esta cogió su escopeta y le hizo seña que la abriera ya que los toques eran desesperado -¡señora Miller! —vio a un hombre en la puerta que tenía el sombrero apretado en sus manos en señal de nerviosismo y una gran cicatriz que cubría su mejilla izquierda -¡soy Noah un amigo de Marco!—se llevó una mano en su pecho algo le había pasado a Marco, sabía que este hombre decía la verdad ya que lo recordó que estaba en el grupo de hombres que Marco le señaló cuando estaba en la feria -¿Qué le pasó?—preguntó rápidamente -¡está detenido!
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Amor En La Llanura
RomansIsabel Thompson regresa de su temporada en Londres a Montana para casarse con su prometido, Daniel Crowl. Sin embargo, en el mismo día de su regreso, descubre que Daniel planea casarse con su prima Madison en lugar de con ella. Resulta que Madison h...