58. Encontrar

704 61 79
                                    

Conduje el Ferrari por la única calle que me conocía y llegué hasta el la ciudad dónde había una plaza enfrente de garaje central.

Aparqué y enseguida todos empezaron a acercarse y a silbar.

—No sé que está mejor, si ella o el coche—Comenta un chico.

—Mi navaja rozando tu cuello...eso estaría mejor—Le miro mal.

Sus amigos ríen.

—Tranquila mujer, solo era un cumplido.

—Menudo carácter—Unos de sus amigos se dirige a mí.

—¿Eres nueva por aquí?—Me pregunta otro de sus amigos

—Sí, se podría decir que sí...—Respondo.

—Me gusta tu estilo—Escucho una voz femenina.

Me giro y veo a una mujer pelirroja.

—Gracias, a mí el tuyo— le digo.

—Perdona a mis amigos, son idiotas—Señala a los chicos de antes.

Yo río.

—¿Como te llamas? Yo Sophia.

—Yo Abi, Abigail—Ambas estrechamos las manos.

—¡Encantada Abigail!

—Lo mismo digo...

—¿Quieres venirte con nosotros a la playa?

—Emm... Yo

—Oh, seguro que te parece extraño que te lo pregunte...

—En esta Ciudad somos así—El chico de antes se entromete en la conversación.

—Puede que seamos muy amigables, demasiado diría yo—Comenta Sophia.

—Tranquilos, me parece bien lo de la playa—Sonrío.

—¿Segura? No tienes que venir si no quieres.

—Estoy segura. Necesito conocer gente y divertirme un poco.

—¡Así se habla Abi!—Celebran los chicos.

Ellos empiezan a invitar a más gente.

—¡Fiesta en la playa!—Empiezan a gritar.

Vamos a un badu cercano para comprar comida y... alcohol.

Mientras, voy conociendo al grupo un poco.
Sophia era ems, y estaba coladita por un agente de policía.
Su mejor amigo era Mike y aunque habíamos empezado con mal oie, parecía un buen chico. Él hacía de seguridad de algunas discotecas de por aquí .

Y los otros dos, Mateo y Alex, hermanos. Se pasaban el rato haciendo chistes de los que solo se reían ellos y...bueno,yo.

Al llegar a la playa, todo comenzó como una quedada de amigos que solo buscaban divertirse, hasta que empezó a hacerse de noche.

La gente que habían invitado al mediodía,se empezó a unir a nosotros.

La música estaba demasiado alta, no se podía escuchar nada, para hablar teníamos que gritar. Cuando empezaron a traer más alcohol, la situación se nos empezó a ir de las manos.

Habían gente sentada al rededor de las hoguera que habíamos hecho o tumbadas en la arena, otras bailando y cantando o en las canchas de baloncesto, algunas personas jugaban y otras observaban desde las gradas. Y otras... por alguna extraña razón, en el gimnasio de la playa... Solo dos imbéciles estarían ahí.

Mike hacía gimnasia y yo solo estaba plantada enfrente mirándolo de brazos cruzados.

—¿Te gusta lo que ves? Porque literalmente no paras de mirarme.

La hermana de Greco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora