Parte 29

454 49 2
                                    

Capítulo 29

Como si se tratara de un videojuego mal programado, con el jefe final al inicio de la misión, Mireya se dio cuenta de que acercarse a la casa de Diego no iba a ser sencillo.

Apenas estacionó su coche delante, Clarisa salió por la puerta de enfrente. Mireya bajó y caminó con los lentes de sol puestos y una sonrisa nerviosa mal disimulada en los labios. Conocía a su hija (o quizá no) pero estaba segura de que lo mejor para ellas era no comportarse como una cabrona.

—¿Vas de salida? —Preguntó como si nada de los meses anteriores hubiera sucedido.

Clarisa se puso roja, no por la vergüenza, sino por ese resentimiento que no había tenido tiempo de expresar. Día y noche había pensado mal de su madre, la había odiado en silencio por marcharse y abandonarlas como si fueran mascotas en la carretera. Si ella no se hubiera ido, posiblemente las cosas serían diferentes. No necesariamente mejor, pero sí distintas.

Aun así, Clarisa era Clarisa. Se le conocía por ser una joven educada, inteligente y si tenía que ser franca, con estilo y elegancia. Así que se tragó cualquier insulto y tomó aire.

—Buenos días, mamá.

Mireya no era tonta. Sabía que detrás de ese inocente saludo, se escondía un demonio de rencor. Por lo menos tuvo que agradecer que su hija no le saltara al cuello.

—Buenos días, Clary. ¿Vas de salida?

—Al súper a surtir la despensa.

—Ah... ¿y el jefe de la casa está?

—¿Por qué? —Preguntó con un tono de sospecha—. Es decir, sí está; pero dudo que quiera verte. Está... de mal humor.

—¿Cuándo no?

Clary se aseguró de cerrar la puerta con llave y pasó al lado de su mamá. Ya la había saludado, no tenía por qué seguirle la corriente.

—¿Irás en el coche de Diego?

—No tengo permiso de conducir.

—Ah, perfecto. Déjame llevarte.

—No, gracias —forzó una sonrisa—. No traeré muchas bolsas. Compraré lo poco que alcance con el dinero que me dieron.

Mireya se quitó los lentes de sol y alcanzó a su hija antes de que siguiera por la banqueta.

—¿Qué pasa? Oye, puedes decirme.

—¿Te importa lo que nos pase? —Volvió a preguntar con aversión. Ese sentimiento tan negativo empujaba con fuerza dentro de ella. ¡Había tanto qué decir!

—Pues...

—A papá lo despidieron de TurboSoft.

La mujer se quitó los lentes de sol y abrió los ojos de par en par.

—¡¿Qué dices?! ¿Por qué?!

—Le dio unas buenas trompadas a Victor —Clary se apoyó en el coche de Mireya—. Lo hizo en su oficina y se armó un lío.

—Ay, mierda.

—Sí, eso dijimos todos. Hasta Lucy. Mi tío Carlos se puso mal y le dio un buen sermón a papá. Él le respondió estando ebrio y se agarraron a golpes.

—¿Le pegó a Carlos? —Mireya estaba cada vez más sorprendida por la actitud de su esposo—. ¡No me jodas!

—Bueno, Carlos es mayor, así que le dio un puñetazo en la quijada y lo mandó a dormir. Después... ay, ¿para qué te cuento? Lucy estaba chillando, yo también... gritos, platos rotos, cerveza... la casa es un infierno.

[Terminado] A mamá le gustan las mujeres [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora