Parte 44

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Capítulo 44

Abigail se consideraba a sí misma una mujer quisquillosa. Sabía lo que la gente pensaba de ella y, de alguna manera, le gustaba sentir que su presencia amedrentaba a los demás. No es que fuera precisamente una arpía, pero gran parte de su atractivo personal estaba en su mirada inquisitiva.

—Aquí tienes, mamá. Un rico potaje de lentejas con verduras. Justo como a ti te gusta.

Emily y Mireya habían hecho su mejor esfuerzo para complacerla. Abigail lo sabía y agradeció con una sonrisita que se vio un tanto forzada. Tomó una cuchara y le dio una probada al almuerzo.

—Pues... le falta sal, y las lentejas se sienten duras.

—¿Podrías sencillamente decir "gracias"? —Preguntó Jennifer, después de ver las mejillas de Mireya ruborizarse por la vergüenza—. Las acabo de probar y saben bien.

—Sí, no estoy diciendo que está mal. Es simplemente que el sabor no es de mi agrado.

La antigua Mireya le hubiese dicho dos o tres cosas a la mujer, pero esta nueva versión decidió callar y mirar a Jennifer buscando ayuda. Por desgracia, su novia no podía hacer mucho. Lo mejor era pasar del tema y hablar de otra cosa.

—Así que son novias —dijo Abigail. Su tono desdeñoso no le hizo bien a ninguna de las tres mujeres sentadas alrededor de la mesa—. En realidad me sorprende. Jennifer nunca tuvo amigas. Desde pequeña estuvo rodeada de niños y ya hasta perdí la cuenta del número de chicos que llevó a casa.

—Esa no es información que necesitemos saber —dijo Emily medio segundo antes de que su hermana abriera la boca—. Y no le veo lo malo a esto, mamá. Mireya es tan buena pareja como cualquier hijo de vecino.

—No estoy diciendo que no lo sea —miró hacía la novia de su hija y después a su propio plato de comida—. Sólo digo que me sorprende. En mis tiempos, esto del lesbianismo no era común.

—No digas "lesbianismo", por favor —pidió Jennifer—. Lo haces sonar como si fuera un trastorno psicológico.

Abigail suspiró. Según ella, estaba haciendo su mejor esfuerzo para no ser irreverente.

—Quiero mucho a su hija —Mireya intervino al fin y se atrevió a tomar la mano de Jennifer y a mirarla a los ojos—. Es encantadora. No llevamos mucho tiempo juntas, pero lo poco que hemos compartido, ha sido de lo mejor.

Abigail juntó los labios y apartó la vista.

—¿De verdad la quieres tanto como para casarte con ella?

Mireya abrió los ojos de par en par. Emily se hizo la tonta revisando su móvil.

—No estamos pensando en matrimonio, madre —declaró Jennifer, luchando contra las ganas de decirle a Abigail que cerrara la boca de una vez—. Somos adultas en una relación de verdad y que yo quiero a Mireya y a sus hijas.

—¿Tienes hijas?

—Sí —respondió la aludida—. Dos niñas. Bueno, una de ellas ya tiene dieciocho y la otra, está por cumplir nueve.

—¿En serio? ¿Puedo verlas?

—Tengo varias fotos en mi celular.

Mireya revisó su galería y seleccionó las fotos donde Jennifer y ella aparecían besándose para esconderlas con una función de su teléfono. Una vez que lo dejó todo como quería, le dio a Abigail su celular.

—Ah, vaya. ¿Esta es la mayor?

—Sí. Clarisa. La pequeña con vestido rosa, es Lucy.

—Es adorable. Se ve que son tus hijas. Las facciones de sus rostros son similares.

[Terminado] A mamá le gustan las mujeres [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora