Capítulo 4
Se asomó al dormitorio y se quedó contemplándolo de espaldas. Estaba sin camisa, y el tatuaje de dragón que tenía entre los hombros parecía moverse con vida propia. Mireya no sabía qué sentir al respecto. Diego había estado en todos y cada uno de sus cumpleaños desde los dieciséis, y ahora, por primera vez en mucho tiempo, iba a estar lejos de casa.
—¿Ya te vas? —Preguntó ella para hacerle plática. Entró a la recámara vistiendo unos diminutos shorts de licra y una blusa escotada. Se sentó en la cama y cruzó las piernas para llamar su atención—. ¿No quieres... una chupadita antes? Ya sabes... sólo para vaciarte.
—No tengo tiempo —dijo Diego. Cerró la maleta y consultó el reloj en la pared—. Tengo que pasar por Jennifer.
—¿Jennifer? —Mireya frunció el ceño.
—Es una compañera de trabajo.
—¿Ah, sí? Podría conocerla un día de estos.
Diego no le tomó importancia a ese comentario. Habían acordado dejar las cosas de la oficina precisamente ahí. No charlaban sobre sus compañeros ni sobre los chismes. Trabajaban para dos empresas que iban a fusionarse y querían mantenerlo distante de su vida personal.
—Como sea, ya me tengo que ir —Diego se acercó a ella y le dio un beso en la frente—. Feliz cumpleaños.
—Sí... creo. Ya veré cómo divertirme.
—Seguro que encontrarás algo que hacer sin mí —se colocó la camisa y el abrigo encima—. ¿Me acompañas a la puerta?
Ella lo hizo, y se quedó observándolo mientras abordaba el taxi. Diego se despidió de ella agitando el brazo y se marchó de la casa. Su ausencia golpeó el corazón de Mireya con una fuerza que ella no supo comprender. O tal vez, sí que lo comprendía: Jennifer. Jennifer iba a estar con él, y aunque era inmaduro de su parte (y ella lo sabía) estaba celosa de que una mujer dos veces más guapa que ella coqueteara con su marido.
Cerró la puerta y se dirigió a la cocina. Clarisa estaba desayunando y tenía una expresión de fastidio.
—Al menos pudo quedarse para cortar tu pastel, mamá.
—No te preocupes—. Mireya se acercó e intentó abrazarla. Clarisa la esquivó de manera disimulada y subió por las escaleras.
***
Aunque se sintió inexplicablemente sola por la ausencia de su marido, el malhumor de Mireya se disolvió en cuanto Alice apareció delante de su puerta. Se veía divina con esos jeans a la cadera y una blusa negra de telas transparentes y mangas largas. Llevaba un prendedor en el cabello y unos preciosos aretes que brillaban debajo de sus orejas.
—¡Feliz cumpleaños, amor!
Alice saltó hacia ella para besarla, pero Mireya la alejó.
—Aquí no. Mis hijas están en el segundo piso.
—Oh, pensé que estarían en casa de su abuela.
—No quisieron ir —suspiró desilusionada—. Mejor vayamos directamente a mi cuarto.
—¿No puedes esperar, eh?
Necesitaba la lengua de Alice recorriendo su cuerpo. La había estado deseando todo el día. Tomó a la mujer de la mano y la subió por las escaleras. Apenas habían subido dos peldaños, cuando Clarisa y Lucy aparecieron arriba.
—¿Mamá? —Preguntó Lucy.
Mireya soltó la mano de su jefa.
—Ah... ¡hola! Eh —tartamudeó—. Ah, sí. Ella es mi jefa. Seguro ya la han visto antes. Íbamos a subir para...
ESTÁS LEYENDO
[Terminado] A mamá le gustan las mujeres [Historia Lésbica]
RomanceMireya lleva 3 años de relación con Alice, y la ha mantenido escondida de su esposo y de sus hijas; pero el compromiso se hace cada vez más serio y Alice empieza a presionar a su novia para que revele la verdad. Abrumada por la culpa y amor en parte...