Parte 41

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Capítulo 41

Al final, y tras una semana engorrosa de prácticas de bachata y salsa, Mireya tuvo que aceptar que no quería hacer el ridículo en la pista de baile. Sería tonto subirse a la pista y hacer un solo movimiento. No quería pasar por semejante vergüenza. Además, aunque estaba un poquito loca por Jennifer, todavía no estaba lo suficientemente enamorada como para arriesgarse a bailar en medio de tanta gente.

Pero eso no les importó a ninguna de las dos, porque decidieron cambiar la cita del baile por una noche en el parque de diversiones. Y eso resultó unas cien veces mejor de lo que habían planeado.

Mireya, aun así, se sentía un tanto decepcionada de sí misma. Le daba miedo que Jenn la viera como una cobarde incapaz de soportar la presión del público a su alrededor. Quería compensárselo, pero con sus hijas revoloteando a su alrededor, no podía sencillamente tomarla de las caderas y darle un beso en los labios.

El viento frío sopló hacia ellas. Caminaban entre los puestos de juegos y comida. Lucy estaba encantada con los juegos mecánicos e iba de aquí para allá tomada de la mano con Clarisa. La pobre chica se dejaba llevar por su hermanita y la consentía para levantarle el ánimo.

Mireya había aprendido a adorar a sus hijas, pero aun así, no podía entender el dolor que sufría Lucy al saber que su padre se iría. No había manera de ser empática con la pequeña, porque la misma Mireya no toleraba pensar en su propio papá.

Cada vez que la imagen de ese horrible hombre le venía a la cabeza, sentía deseos de pegarle en la cara y reprocharle todas esas cosas que le había hecho pasar: la manera en la que la había tratado como basura durante su niñez, las miradas tajantes, los regaños injustificados, las cachetadas en su adolescencia, las imposiciones, las burlas, el maltrato físico y verbal.

No. No es momento para eso.

Vio a Jennifer que caminaba a su lado mientras comía de un bote de papas a la francesa. Sonrió fascinada por su bella imagen y por poquito la tomó de la mano. En vez de eso, se quitó la gabardina y se la puso a ella sobre los hombros. Jennifer llevaba un vestidito de tirantes con las faldas a la altura de la rodilla. Dado el clima frío, no había sido la mejor opción.

—Cúbrete, hermosa.

—Ah, gracias —sonrió Jenn. Ella también quiso besarla, pero no estaba preparada para hacerlo delante de sus hijas. En vez de eso, le ofreció a Mireya de sus papas a la francesa. Se la puso justo en la boca. Darle de comer a alguien era un gesto tierno a toda regla—. ¿Tú no tienes frío?

—No —mintió Mireya—. Es que tolero mejor las bajas temperaturas.

—¿Y por qué no subimos a algún juego? No creo que te marees en el carrusel ¿verdad?

—Oye —Mireya le dio un caderazo—. Tampoco soy una niña de tres años.

—Anda, Mireya —Jennifer dio saltitos a su lado—. ¡Subamos al menos a la rueda de la fortuna! ¡No es peligrosa y las vistas deben ser fascinantes!

Esa alegría infantil en sus ojos derritió el corazón de Mireya. ¡Dios! ¡Quería comérsela a besos!

—Bu-bueno... está bien. Subiré por ti.

—¡Perfecto! —Jennifer se giró hacia las chicas—. ¡Niñas! ¡Vengan! ¡Vamos a la rueda de la fortuna!

—¡Siiiiiiiiiiii! —Gritó Lucy, más eufórica que nadie y arrastró a Clarisa con ella.

Compraron los boletos e hicieron fila. El encargado del juego no quería dejar subir a Lucy porque no alcanzaba la altura suficiente, pero una mirada coqueta de Jennifer lo hizo cambiar de opinión. Así, la niña y su hermana subieron en una de las cabinas y se aseguraron con firmeza a los asientos. Mireya y Jennifer subieron a la cabina de atrás.

[Terminado] A mamá le gustan las mujeres [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora