Parte 8

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Capítulo 8

La discoteca Calamidad era totalmente distinta al bar Cerberus de donde habían salido. Era la primera vez que Alice estaba en un sitio así y se sintió fuera de lugar al instante. Casi no había mujeres de su edad. La mayoría eran chicas entre los dieciocho y veintitantos años que bailaban música electrónica y bebían sin parar. Llevaban apretados vestidos, minifaldas coloridas y blusas escotadas.

—Hay demasiada belleza aquí —comentó mientras caminaba entre la gente. Leydi iba delante de ella, sujetándola de la mano para que no se perdiera—. Empiezo a sentirme como una anciana.

—¿Ves alguna que te guste?

—Todas, diría yo.

Rubias, morenas, pelirrojas y otras con el cabello pintado. Había de dónde escoger y Alice pensó que con el alcohol adecuado en la sangre, cualquiera de esas chicas podría terminar en su cama. Por desgracia para ellas, no pensaba acostarse con nadie. Acababa de terminar con Mireya y le dedicaría al menos un par de semanas por respeto a la relación. No quería ser la perra que se iba con alguien apenas acabar un noviazgo.

Leydi la guió hasta la mesa donde estaban sus tres mejores amigas. Alice ya las había visto antes pero no había tenido la oportunidad de hablar con ninguna.

—Toma asiento —dijo Leydi—. Pide lo que quieras. Yo invito.

—Uff —exclamó Alejandra—. Espero que eso cuente para todas.

—Ya sabemos que no —mencionó Sharon—. Sólo le pagará los tragos a su prima.

—Ya, envidiosas —mencionó Carol—. Estábamos hablando acerca del ex novio de Alejandra. El cabrón se va a casar.

—¡No me jodas! —Se indignó Leydi—. Si apenas terminaron hace dos meses.

—Sí —dijo Alejandra con odio en su mirada de ojos negros—. El puto encontró al amor de su vida justo después de terminar conmigo en medio de la fiesta de mi tío. Se los digo de una vez: si una persona te dice que te ama cada día y a cada rato, ¡miente!

A Alice le llegó el comentario. Mireya siempre le había dicho que la amaba, y al parecer, no lo suficiente para darle un lugar en su vida. Tres años pensó con tristeza. Tres malditos años escondiéndose como si fuera una ladrona.

—Mi prima también está teniendo problemas fuertes con una mujer. ¿Quieres hablar de eso?

—Eh... —Alice miró a las chicas. La contemplaban con naciente curiosidad. Para ellas también era la primera vez que convivían en serio—. Es una historia aburrida.

—Bebe esto —dijo Sharon y le cedió su bebida—. Cuando te llegue a la sangre, no dudarás en compartir tus penas con nosotras.

—Lo dudo mucho —sonrió Alice y aceptó el trago.

Quince minutos después, estaba llorando de la frustración y descargando sus sentimientos en esa pequeña mesita en un rincón de la discoteca.

—Hizo que me sintiera como un pedazo de carne que sólo estaba ahí para que se lo comiera cuando se aburría del plato principal. Y yo soporté y soporté porque creí que algún día, mis esfuerzos serían recompensados. Pasó un año, pasó otro y otro. ¡Es más! En ocho meses, se cumplirían cuatro.

—Qué jodido —dijo Carol cruzando las piernas y apoyando el codo sobre la mesa—. No lo merecías. Está bien esperar un poco si la chica lo vale, pero ¿tanto tiempo?

—Y cogía con su esposo —replicó Leydi con asco—. O sea que lamías la misma concha que ese hombre penetraba.

—Toda llena de su semen —comentó Sharon con escalofríos—. Chica, no era para ti.

[Terminado] A mamá le gustan las mujeres [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora