Parte 21

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Capítulo 21

El tonto algoritmo de Facebook puso a Mireya como sugerencia de amistad. Vanesa resopló, dobló el gesto con enfado y, sólo por curiosidad, entró al perfil de la mujer para ver sus fotos y publicaciones. Su página estaba casi vacía, lo que indicaba que tenía activados los parámetros de seguridad para visitantes. A Vane eso no le importó. Ella sólo quería saber qué clase de persona era y por qué había lastimado tanto a Alice.

No encontró mucho: le gustaba el rock ochentero, sus libros favoritos eran los de ciencia ficción y le encantaban las películas de suspenso. Era una mujer más bien normalita que no destacaba en nada. Si Vanesa podía pecar de vanidosa, hasta reconocía que ella era más linda que Mireya.

Entonces ¿por qué aun no conectaba con Alice? Por mucho que se lo preguntara, no hallaba la respuesta. La mujer parecía tener lo que ella buscaba en alguien para empezar una relación: era responsable, le gustaba la idea de asentarse y tener una familia y era una excelente compañera en la cama. No era culpa de Alice, definitivamente. Vanesa entendía que a veces las personas no encajaban, por muy compatibles que pudieran ser a los ojos de los demás, o de ellas mismas.

Bloqueó su teléfono y se giró hacia la mujer que tenía al lado para darle unos besos en las mejillas. Se acomodó para hacerle cucharita y acarició con ternura la piel de sus brazos y piernas. Alice gruñó mientras se despertaba y cerró los ojos cuando la luz de la mañana le dio en el rostro.

—Uhm, Vane. Son las ocho del domingo.

—¿Y eso qué? Perdón, linda. Soy maestra y estoy acostumbrada a despertar temprano.

—Sigue despertándome a esta hora, y te quedas sin coger.

Vane rió con su voz cantarina y siguió con sus caricias sobre el cuerpo de su amante. En cuanto notó que Alice se despertaba, montó rápidamente sobre ella y balanceó el torso para acercarle los pechos a la boca.

—¿Qué dices? ¿Un mañanero?

—Más bien, tengo hambre —dijo con un sonoro bostezó—. ¿Haces el desayuno?

—¿Qué se te antoja?

—Huevos con jamón y para beber, un rico café, ¿sí, hermosa?

Vanesa le dio un beso en los labios, bajó de la cama y salió del dormitorio después de ponerse una bata. No tuvo qué preguntar en dónde estaban las cosas porque ya estaba familiarizada con la cocina. De hecho, había despertado en casa de Alice las últimas cinco noches y empezaba a habituarse a sus prácticas matutinas: levantarse, darse una ducha de agua tibia, desayunar e irse al trabajo. Sus amigos solían comentar que ya parecían una pareja de recién casadas, pero ellas evadían el tema ante lo delicado que era para las dos hablar de planes a futuro.

Las parejas no se encuentran, se construyen con el tiempo a base de esfuerzo, dedicación y comprensión pensó Vanesa mientras ponía un poco de aceite sobre la sartén. Le gustaba cocinar, le gustaba servir, le gustaba esa cotidianidad de una vida en pareja, pero no estaba segura de que Alice fuera la respuesta.

Terminó de preparar la comida y la sirvió en sendos platos. Hizo un poco de café para las dos y llamó a Alice a la mesa. La mujer salió con un camisón a media pierna y se dejó caer sobre la silla.

—Parece que tuvieras resaca. ¿Soy yo o te estás quedando sin energías?

—Eres tú, mujer —respondió Alice—. Yo me encuentro al cien. Además, apenas me conoces.

—No me has dejado profundizar más en ti.

—No lo necesitas. Lo que ves, es lo que hay.

—¿Sabes? a veces creo que estás en peligro de caer en depresión. Siento que hay cosas que están dejando de importarte y te la pasas con la mirada perdida, los hombros abajo y, no me lo niegues, sigues llorando durante las noches. Lo escucho.

[Terminado] A mamá le gustan las mujeres [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora