Parte 36

564 49 2
                                    

Capítulo 36

La retuvo de la cintura con suavidad y la puso contra la pared.

No era lo suyo comportarse como un cavernícola estando con ella, pero Clarisa había dicho que le gustaba, y sólo un poquito, sentirse sometida por un hombre. Sólo en el plan romántico y sexual, al menos. Era como un juego que a los dos los volvía locos.

De cualquier manera, el cuerpo de Cristian estaba en ebullición. Los labios de su chica eran dulces como la miel, y para nunca haber tenido novio, Clarisa procuraba unos besos jugosos y perfectos. El chasquido de sus bocas era el único sonido en la casa. Estaban a solas porque Diego había ido a HardTec para hablar con Matilda; y Lucy había ido al parque con el tío Carlos para pasear a Rox.

—Tenemos... unos treinta minutos —dijo Clary al tiempo que su novio le frotaba los pechos por encima de la blusa—, antes de que mi tío vuelva.

Cristian alcanzó su cuello.

—Es más que suficiente.

—¿Ah, sí? —Clarisa sonrió y bajó una mano para frotar el miembro del chico por debajo de sus pantalones. Le gustaba su contorno, su dureza y cómo se aprisionaba contra su ropa—. Me encanta que pienses así.

Volvieron a sus bocas. Esta vez, Clary tomó la iniciativa y le dio al muchacho un fogoso beso francés. Su otra mano cayó y empezó a bajarle la bragueta. Fue entonces cuando Cristian decidió alejarse, sin dejar de mirarla con una sonrisa lasciva.

—Ya, linda. No es el momento ni el lugar.

—Pero estoy lista —Clary se juntó más a él, envolviendo su cuello con los brazos. Le habló con una seductora inocencia que habría derretido al más frío de los corazones—. Quiero que me lleves a la cama.

—Vaya. ¿Quién diría que la inteligente y juiciosa chica de la que me enamoré, se convertiría en toda una mujercita anhelante de pasión?

—Es tu culpa —susurró ella al oído—. Me seduces, Cristian. Ahora tienes que mostrarme más cosas.

Cualquier otro hombre estaría dispuesto a sacrificar un brazo o una pierna con tal de estar en su posición; pero Cristian quería comerse a Clarisa de una forma lenta y dolorosa. Era más divertido, al menos para él, tentarla y ver cómo le pedía más.

—Antes de ir a reventarte el culo, Clary, me dijiste que me enseñarías a cocinar.

—¿No puedes olvidar eso?

—Oye, cariño, pensé que querías hacer más cosas juntos.

—Uhm, sí —señaló ella con timidez—, es que te veo y...

—Se te levanta la hormona. Ya, preciosa —le acarició el cabello con un deje de ternura y se permitió besarle la frente.

Clary era su niña. Había soñado con tener una oportunidad con ella y no quería que su relación estuviera basada sólo en coger y coger como un par de conejos en celo. Ya habría tiempo para estar en la intimidad. De hecho, Cristian pensaba que estaban yendo rápido y eso no siempre era una buena señal.

—Ay, Cristian —rió ella, mientras jugaba con el cuello de su camisa—, ahora tengo que cambiarme la ropa por tu culpa.

—Eso era algo que no necesitaba saber.

—Tonto —tomó aire y lo dejó ir lentamente—. Está bien, señorito. Te enseñaré a cocinar. No quiero que mi novio sea un inútil. Enciende la estufa y pon aceite. Ahora regreso.

Cristian la miró irse y lanzó una exhalación encandilada. Al mismo tiempo, se culpó por no haber tenido el valor de hablarle a Clarisa antes. Aunque pensándolo mejor, él había llegado en el momento oportuno, cuando la vida familiar de esa pobre chica estaba derrumbándose. Él se convirtió en su apoyo, en su confidente. El amor de esa joven era su recompensa, y por Dios, no iba a portarse como un idiota para perderla cuando las cosas estaban marchando tan bien.

[Terminado] A mamá le gustan las mujeres [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora