Parte 27

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Capítulo 27

—¡Despedido! —Jennifer estaba furiosa tanto con Diego como con los de recursos humanos. Cuando se enteró, intentó por todos los medios a su alcance impedir que sacaran al hombre de la empresa, pero no había mucho que ella pudiera hacer—. ¡Despedido, Diego! ¡¿Cómo demonios se te ocurrió golpearlo en su propia oficina?!

Él no respondió. Estaba más ocupado tratando de mantener la calma. Su mundo profesional se había derrumbado delante de sus narices y todo por haber perdido el control en el momento menos indicado. Anhelaba volver en el tiempo, disculparse con Victor y tal vez, hasta arrodillarse y suplicarle un poco de perdón. Su trabajo en TurboSoft era lo único que importaba en el mundo. Era su boleto de entrada a una vida llena de dinero en abundancia, estabilidad y prestigio. ¿Con qué cara vería a sus hijas después de que ellas se enterasen de que era un perdedor?

Jennifer lo había acompañado a casa porque no quería dejarlo solo. Pensaba apoyarlo, pero mientras más lo repasaba, peor se sentía. En parte pensaba que esto era su culpa. Siempre había querido que Diego se defendiera, que tuviera dignidad para decir que no a los encargos de Victor.

—¿Y qué vas hacer ahora?

—No lo sé —resopló, cubriéndose la cara con las manos—. Sólo déjame. Tengo que procesar lo que acaba de suceder.

—Vamos —Jennifer se sentó con él—. Al menos no te acusará por agresión.

—¿Y se supone que eso me alivie?

—Pudo ser peor, piénsalo.

—¡Perdí hasta la oportunidad de tener una carta de recomendación! Todos estos años se fueron a la basura. Ya no queda nada que valga la pena.

—¿Y qué hay de tus hijas?

—No las metas en esto. Ellas no tienen nada que ver.

—Deberías usar el amor que sientes por ellas para...

—¡El amor no paga las cuentas, Jennifer!

La mujer se hizo para atrás después de ese grito en la cara. Sabía que Diego tenía razón, que debía dejarlo tranquilo para que se calmara. Sin embargo, no tenía ni idea de qué hacer para relajarlo.

—Eres brillante. Encontrarás otro empleo pronto. Lo sé.

—Estoy hasta el límite. Toda mi vida se cae a pedazos y no puedo evitarlo.

—No hables así —sonrió ella acariciándole la espalda—. Anímate. No todo está perdido porque tú...

—¡Coño, Jennifer, ya déjame! —Su grito se escuchó por toda la casa. Hasta Clarisa, que estaba en el segundo piso, se asomó de su cuarto para escuchar. No había querido intervenir porque pensó que su padre era un adulto capaz de manejar sus emociones, y mejor si estaba con Jenn.

Se había equivocado.

—¡Eh! ¡Sólo quiero animarte!

—¡¿Y qué sabes?! ¡Tú estás de maravilla ganando miles como jefa de departamento! ¡Tienes una vida perfecta! ¡Yo la tenía! ¡Al menos creí que era así! ¡Mireya se fue, perdí mi dignidad, mi empleo! ¡La oportunidad de ser feliz! ¡Desperdicie mi vida casado a la fuerza y jamás pude decir que no! ¡Tú no sabes cómo se siente ser un perdedor!

Escuchar que alguien la hablaba así no hizo que Jennifer se sintiera mejor. Cada fibra de su cuerpo se tensó y tuvo que defenderse de la agresión verbal. Jamás había dejado que la trataran de ese modo, y no iba a empezar ahora.

—¡Mira, cabrón! ¡A mí no grites! ¡Estoy aquí tratando de animarte y ni siquiera es mi responsabilidad hacerlo!

—¡Bien! ¡Pues lárgate ya!

[Terminado] A mamá le gustan las mujeres [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora